El huracán Harris sacudió el escenario demócrata y amenaza con barrer al candidato republicano.
Hasta el día anterior de la renuncia de Joe Biden a su candidatura, el trayecto de Donald Trump en la campaña electoral parecía un paso con destino asegurado: la Casa Blanca. Pero tras esa gota que colmó el vaso (fue olvidar el nombre de su secretario de Defensa, al que se refirió como “ese hombre negro”) el fatigado presidente siguió lo que le reclamaban un coro de voces demócratas y dio un paso al costado, ocurrió lo que nadie esperaba de manera tan inmediata. Kamala Harris se convirtió en la protagonista estelar del escenario político norteamericano.
De mantener el nivel de centralidad logrado en estos días, las chances que tiene la actual vicepresidenta de vencer al magnate neoyorquino son importantes.
Aunque queda mucho por delante y todo puede ocurrir en el trayecto hacia las urnas de noviembre, el primer paso de Kamala Harris fue estratégicamente acertadísimo: plantear esta elección como el duelo alguien que desde los estrados judiciales combatió los delitos empresariales, políticos y sexuales, y cometedor serial de actos delictivos en esos dos terrenos.
En otras palabras, Harris planteó a los norteamericanos que deben optar entre quien combatió el delito y quien los cometió.
Hasta ese momento había una danza de nombres para remplazar como candidato a un presidente senil obstinado en mantenerse en carrera. Por cierto, Kamala Harris ya tenía una ventaja: ser la vicepresidenta, o sea la persona que asume la jefatura de Estado si el mandatario muere, renuncia o es apartado por un impeachment.
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Pero esa sucesión con rango constitucional no es trasladable a la fórmula que está en campaña electoral. O sea, la persona candidateada a la vicepresidencia no es la inexorable reemplazante del candidato a presidente, si éste tiene que abandonar la postulación. Ocurre que el segundo en la fórmula no es elegido en las primarias. Los afiliados sólo eligen a la cabeza de la fórmula y ésta es la que, una vez consagrada, elije a su acompañante.
Para fortalecer la frágil ventaja de ser la vicepresidenta actual, Biden la bendijo al señalarla como su elegida para sucederlo como candidato presidencial, en el mismo mensaje en el que anunció su paso al costado.
Entre los que estaban en las gateras antes de que el presidente aceptara correrse, sobresalían los gobernadores de Kentuky, Andi Beshear; Pensilvania, Josh Shapiro; de Carolina del Norte, Roy Cooper; de Illinois, J.D. Pritzker, y de California, Gavin Newson. También despertaban fuertes expectativas la gobernadora de Mitchigan, Gretchen Whitmer, por sus valientes embestidas contra los lobbies del armamentismo civil que le valieron intentos de secuestro por parte de grupos ultraderechistas; además de otras figuras, como el ministro de Transporte Pete Buttigieg y el senador por Arizona Mark Kelly. Sin embargo, ocurrió lo inesperado: ni bien Kamala Harris quedó en el centro de la escena, todos los posibles candidatos le dieron su apoyo, a lo que siguió una ola de respaldos en la estructura partidaria.
Mucho antes de lo esperado, se desató el vendaval que podría barrer lo que parecía un triunfo cantado del magnate neoyorquino.
Fue muy fuerte el efecto de que Kamala Harris se mostrara por primera vez como aspirante a la presidencia. No es lo mismo ser compañera de fórmula que encabezarla. Y en esa nueva función, rápidamente mostró una potencia que inquietó a los republicanos y entusiasmó a los demócratas.
El renunciamiento de Biden dio pista a una corredora veloz que embistió contra el lado oscuro del rival, al pronunciar su lúcido primer mensaje como aspirante al Despacho Oval: “Como fiscal general de California enfrenté a una de las mayores universidades privadas que estafó a los estudiantes…Trump creó una universidad que estafó a los estudiantes… como fiscal general me especialicé en casos de abuso sexual… Trump fue acusado de numerosos abusos sexuales. Como fiscal enfrenté a grandes bancos que cometieron fraude. Trump cometió 34 fraudes” empresariales.
También fue acusado de delitos políticos tan grave como intentar destruir un proceso electoral para mantenerse en el poder habiendo perdido la elección y haber instado a que una turba multitudinaria y violenta tomara por asalto el Capitolio y causara varias muertes.
Un historial como funcionaria judicial es la carta perfecta para contraponer a un historial que incluye varios delitos. Hasta notables figuras republicanas como el senador por Massachusetts Mitt Romney dijeron que no se debe votar a un convicto, y el candidato republicano lo es desde que fue declarado culpable en algunas de las tantas causas que le siguen.
Todo parecía indicar que Donald Trump avanzaba hacia una victoria inexorable, pero la salida de Biden le complicó lo que parecía una marcha triunfal hacia las urnas.