“Lleva la muerte en los ojos”, dijo el ex agente de inteligencia israelí que más conoce a Yahya Sinwar. Y basta con ver cualquier foto del ahora líder absoluto de Hamas, para verificar que, efectivamente, “lleva la muerte en los ojos”.
El ex agente del Shin Bet Michael Koubi también describió al archienemigo de Israel como “un fanático que hace una interpretación incorrecta del Corán” y ve el conflicto como una cuestión religiosa y no como “una cuestión política o de tierras”.
También ven el conflicto de ese modo los partidos ultra-religiosos que mantienen a Netanyahu en el gobierno. Para ellos se trata de la reconquista del “heretz Israel”, o sea el territorio bíblico del pueblo judío.
Sinwar es el ejecutor principal de la estrategia concebida para que Israel cometa crímenes atroces contra población civil. Netanyahu siempre está dispuesto a cometer esos crímenes y una guerra prolongada le sirve para continuar atrincherado en el gobierno de Israel, al que ha convertido en su guarida para no terminar en manos de los jueces que investigan sus casos de corrupción.
Sabiendo todo eso, Yahya Sinwar lanzó el pogromo sanguinario que detonó esta guerra en Gaza. ¿Qué fue exactamente lo ocurrido el pasado 7 de octubre? La definición más precisa no es “ataque” sino “provocación”. Un ataque tiene como fin último el daño causado con esa acción, mientras que el fin último de una provocación no es ese daño, sí la consecuencia que tendrá ese daño. Sinwar “provocó” a Netanyahu y su gobierno extremista para que el ejército israelí inicie una guerra que, inexorablemente, será un acto criminal por la cantidad de muertes civiles, incluidos miles de niños, que ocasionará. La estrategia de Hamas convierte a los civiles gazatíes en carne de cañón, para lograr lo que logró: manchar con sangre la imagen del Estado judío.
Que Sinwar haya escrito el guión que Netanyahu sigue al pie de la letra, no resta criminalidad a la ofensiva israelí, pero muestra la natura siniestra de la organización ultra-islamista que impera en la Franja de Gaza.
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Tan funcional es Netanyahu a la estrategia de Sinwar, que acaba de convertirlo en el dueño absoluto de Hamas. ¿Cómo lo hizo? Asesinando al jefe del ala política de la organización yihadista, Ismail Haniye.
Hamas tiene dos cabezas, una política y otra militar. Sinwar ya era el jefe político y militar en Gaza, pero más allá de ese territorio, estaba Haniye manejando desde Qatar la acción política de Hamas en Oriente Medio.
Por cierto, Haniye no era la paloma de la organización en la que Sinwar era el halcón. No hay palomas en Hamas. Pero Yahya Sinwar era y es el halcón más sanguinario y más aferrado a la continuidad de esta guerra. Su objetivo es que Israel destruya más infraestructura y civil y mate muchos más civiles y niños gazatíes. Lo que consiguió en materia de hundir a Israel en el aislamiento y el desprestigio es gigantesco. La guerra lanzada por Netanyahu tapó totalmente las masacres perpetradas con crueldad desenfrenada contra civiles judíos, incluidos muchos niños, en las aldeas agrícolas del sur de Israel.
Pero Haniye era el jefe de los negociadores y, como tal, estaba obligado a cierta moderación que siempre fue rechazada por el halcón imperante en Gaza. La bomba que mató a Ismail Haniye en Teherán, donde asistía a la asunción del presidente Masoud Pezeshkián, tuvo como inmediata consecuencia, no el debilitamiento de Hamas, si no el empoderamiento total del máximo responsable del pogromo exterminador del 7 de octubre.
Ahora, el mayor instigador a que Israel arrase aún más la Franja de Gaza y la vida de su población, tiene el poder absoluto en Hamas. Y eso es tan funcional a Netanyahu que, inevitablemente, alimentará la especulación sobre la razón de haber ordenado matar a Haniye. En definitiva, muerto el jefe político de la organización, Yahya Sinwar quedaba como única figura fuerte en el liderazgo. La posibilidad de que asumiera la posición que la muerte de Haniye dejaba vacante tenía una alta probabilidad, y con ese nuevo poder en sus manos podrá decidir la continuidad del conflicto para que sigan corriendo los ríos de sangre que hacen crecer las criminales consecuencias de la guerra en marcha.
Lo haya planeado o no Benjamín Netanyahu para seguir atrincherado en esta guerra, está claro que le resulta conveniente que al monopolio del poder en Hamas lo tenga el hombre que “lleva la muerte en sus ojos”.