Generan estupefacción las imágenes de Maduro recibiendo en el Palacio de Miraflores al flamante nuncio apostólico Alberto Ortega Martin, quién además de las credenciales como nuevo embajador del Vaticano en Venezuela, entregó al dictador obsequios enviados por el Papa.
Una escena plagada de cordialidad, que es la normalidad en la diplomacia y por lo tanto disruptiva con la realidad instalada a partir del grotesco fraude que el régimen chavista intenta imponer a fuerza de represión al pueblo que votó masivamente en su contra.
Como el Vaticano de diplomacia sabe, y mucho, resulta difícil considerar que se trató de un error, por caso el de no haber corregido una agenda previamente establecida a pesar de la tropelía electoral que modificó abrupta y totalmente el escenario.
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Entonces, si no fue un error de uno de los cuerpos diplomáticos más experimentados del mundo ¿qué significa haber regalado a Maduro la única foto que no lo muestra aislado desde el fraude más grande de la historia?
¿Acaso también el Papa Francisco es uno de los tantos líderes susceptibles de ser presionados por un régimen facineroso? Si no fuese de ese modo ¿hay identificación ideológica entre el Papa y el chavismo residual? Eso es imposible.
Hace mucho tiempo que la nomenclatura que impera por la fuerza en Venezuela no representa ideológicamente nada. El Vaticano lo sabe bien. También todos los liderazgos en el mundo que, o bien dicen creer que ganó Maduro, o bien miran para otro lado, o bien hablan de repetir la elección.
No hay alianzas ideológicas con el chavismo residual. Hay negocios, hay deudas, hay información comprometedora en manos de los aparatos de inteligencia cubano y venezolano, hay presiones desde Rusia y otros instrumentos de chantaje.
Por eso es tan grave el gesto del jefe de la iglesia católica hacia Maduro, en el momento en que lo único aceptable es aislarlo y presionarlo para que reconozca la derrota y entregue el poder a quién fue elegido por el pueblo venezolano.
Nada que no sea eso es aceptable. Nada que dé oxígeno a Maduro, Diosdado Cabello y la nomenclatura cívico militar enriquecida hasta el hartazgo con la destrucción de PDVSA y con la explotación ilegal de la minería en la Cuenca del Orinoco.
Tampoco es aceptable la sugerencia que hizo en Caracas el enviado de Lula da Silva para generar negociaciones entre el poder y la posición. Celso Amorín sugirió que se repita la elección que el régimen destruyó porque fue derrotado.
Según la sugerencia del principal asesor en cuestiones internacionales que tiene el presidente de Brasil, de ese modo podría zanjarse la crisis generada por las sospechas de fraude.
En rigor, no hay “sospechas” de fraude. Lo que hay son certezas sobre la burda estafa electoral perpetrada por el régimen. Hablar de sospechas y no de certezas absolutas es actuar de manera funcional a Maduro. Más funcional aún es plantear que se repita dentro de unos meses la elección que Maduro intenta destruir con una mentira absurda sobre el resultado.
Repetir la elección es darle al régimen la oportunidad de organizar y perpetrar de manera más eficaz lo que hizo con inmensa torpeza el 28 de julio: un fraude elefantiásico.
Tan absurdo como pedirle a un equipo de fútbol que acaba de ganar por siete a cero, que acepte jugar de nuevo el partido porque el equipo derrotado dice que ganó y por ende hay que despejar las dudas sobre el resultado.
Maduro es experto en tirar la pelota fuera de la cancha para ganar tiempo y el Vaticano ya ha sido funcional a esa táctica, haciendo mediaciones tan turbias como las que hacía el español Rodríguez Zapatero.
Después de regalarle la escena tan cordial que protagonizó en Miraflores monseñor Ortega Martín, el Papa Francisco tendría que sentirse obligado a pronunciarse públicamente, exigiendo el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas venezolanas el 28 de julio.
También debería pronunciarse de manera más enérgica el presidente de Brasil, después de que su principal asesor en temas internacionales sugiriera algo tan absurdo y funcional para el régimen como repetir una elección en la que fue tan categóricamente derrotado.