La camioneta conducida por un yihadista suicida y cargada de explosivos, estalló frente a la embajada norteamericana en Beirut, destruyendo totalmente el edificio y causando más de sesenta muertes. Corría el año 1983 y Hezbollah, la milicia chiita que fue creada como respuesta a la invasión israelí que encabezó Ariel Sharon el año anterior para golpear el cuartel general de la OLP, hasta ese momento en la capital libanesa, inauguraba su accionar terrorista con un atentado devastador.
Entre quienes planificaron y dirigieron la ejecución de la voladura de la sede diplomática, estaba Ibrahim Aqil, el comandante de Al Radwán, la principal unidad de elite de la organización fundamentalista. Estados Unidos buscó incesantemente a ese terrorista desde entonces hasta ayer, cuando un misil israelí impactó en un edificio de Al Radwan matando a más de una decenas de sus efectivos y a Ibrahim Aquil, quien comandaba la unidad de elite desde julio, cuando su anterior comandante, Fuad Shukr, murió en otro bombardeo israelí.
La explosión masiva y simultanea de los beepers y handies, en un golpe sorprendente del Mossad. Fue el primero de una seguidilla de bombardeos inmediatos posteriores. La estrategia parece apuntar a no dejar que Hezbollah se recomponga y reorganice después de que sus cuadros combatientes y sus mandos quedaran incomunicados entre ellos, ergo, al borde de la desarticulación y el desbande.
+MIRÁ MÁS: Qué son los “pagers”, los aparatos que explotaron en Líbano y dejaron muertos vinculados a Hezbollah
Golpe a golpe, Israel mantiene a Hezbollah contra las cuerdas. El desafío del líder fundamentalista Hassan Nasrallah, invitando a la Fuerza de Defensa Israelí a invadir el Líbano para enfrentar a Hezbollah como lo está haciendo con Hamas en la Franja de Gaza. Es una apuesta a convertir el Líbano en un escenario bélico como el gazatí.
Casi una jugada desesperada. Pero que Hezbollah tambalee entre las cuerdas recibiendo golpes de Israel, no quiere decir necesariamente que su final esté cerca. Ni Hassan Nasrallah ni los ayatolas iraníes, que son sus jefes, están pensando en abandonar la lucha contra el Estado judío. Lo que necesitan es un respiro para reagruparse, reorganizarse y volver a la carga.
Ni a Hezbollah ni a Irán los espectaculares golpes del Mossad y de los eficaces grupos de inteligencia de las FDI, como la unidad de elite Aman, lograron antes hacerlos desistir.
En las últimas horas, se descubrió que la Fuerza Qud había logrado reclutar como agente a un ciudadano israelí, con la misión de asesinar al primer ministro benjamín Netanyahu. Sería la devolución de dos golpes espectaculares de Israel en territorio iraní. En noviembre del 2020, el asesinato del físico Mohsen Fakhrizade, el quinto y principal de los cinco científicos vinculados al proyecto nuclear persa que fueron asesinados por los israelíes en la década anterior. Y este año, el asesinato de Ismail Haniye, líder político de Hamas que residía en Qatar pero se encontraba en Teherán por la asunción del nuevo presidente, cuando una bomba en su habitación terminó con su vida.
El mayor golpe fue el que mató al más importante de los físicos del proyecto nuclear. Mohsen Fakhrizade conducía con su esposa en el asiento del acompañante y los guardaespaldas en otros autos, desde su residencia veraniega en la costa del Mar Caspio y la casa de fin de semana en el bucólico paraje cercano a Teherán donde tenía intención de continuar descansando un par de días más. Pero no llegó porque desde una camioneta estacionada en la banquina, una poderosa ametralladora disparó largas ráfagas de munición calibre 7,62 y mató al científico, a su esposa y a los guardaespaldas.
El régimen de los ayatolas quedó estupefacto al comprobar que quien accionó el gatillo no estaba en la camioneta de la ametralladora, sino a 1.600 kilómetros de distancia. El arma era robótica y fue accionada vía satélite.
No fue ni la primera ni la última de las operaciones israelíes que parecen escenas de Misión Imposible. El Mossad y el Shin Bet tienen prestigio por los niveles de excelencia de sus operaciones más audaces. Ese talento que coloca a los aparatos de inteligencia externa e interna de Israel entre los más notables y eficaces del mundo, existió desde que fueron creados. Probablemente, en la raíz más profunda de esas capacidades está el Dam Yehudi Nakam, que en idish significa “la sangre judía será vengada”. El ruso ashkenazí Ava Kovner creó en 1945 esa organización clandestina que realizó operaciones sorprendentes para eliminar jerarcas nazis. Una de las más increíbles consistió en hacer llegar pan envenenado exclusivamente a las celdas de los militares alemanes que habían participado del exterminio de judíos y esperaban ser juzgados por sus crímenes en la prisión de Núremberg, donde había muchos miles de presos comunes.
La lista de las proezas de los agentes israelíes es larguísima, pero no siempre lograron los resultados esperados. El Shin Bet, o Shabak, fue muy cuestionado por no haber impedido que el joven fundamentalista hebreo Yigal Amir pudiese acercarse a Yitzhak Rabin y disparar las balas que mataron al primer ministro.
Por eso su director se esforzó por lograr que Shimon Peres, el sucesor de Rabin, aprobara el sorprendente ataque que eliminó a Yahya Ayyash, miembro de Hamas al que llamaban “el ingeniero” porque fabricaba las bombas con que los terroristas suicidas mataban civiles israelíes. Hasta el día de hoy, es difícil entender como hizo el Shin Bet para hacer llegar al “ingeniero” el teléfono celular que estalló al atender una llamada.
Pero aquel atentado no aquietó a Hamas. Al contrario, vengó la muerte de Ayyash con una ola de atentados que mató a más de sesenta civiles en Israel.
Tampoco dejó de atacar a Israel a través de sus proxies la República Islámica de Irán por no haber podido impedirle que mate a los principales científicos de su proyecto nuclear.
Hassan Nasrallah supo que Israel era la causa de las detonaciones masivas y simultáneas de beepers y, al día siguiente, de handies, que causaron decenas de muertes y centenares de heridos en el Líbano y también Siria. Tanta astucia, creatividad, capacidad tecnológica y sofisticación son la firma de autor del Mossad.
El estallido simultáneo de beepers y handies tuvo por objetivo enviar un mensaje aterrador a cada miembros de Hezbollah. En cualquier momento, en cualquier circunstancia y en cualquier lugar, Israel puede acabar contigo. El alcance del mensaje va más allá, porque los dispositivos que estallaron también mataron e hirieron a cientos de civiles que estaban cerca de los portadores de los aparatos: el mensaje a los libaneses en general y a la comunidad chiita del Líbano en particular, dice que, incluso atacando con precisión milimétrica a cada integrante de Hezbollah , los civiles pueden sufrir el golpe que les enseñe el peligro de convivir con esa organización.
En definitiva, el mismo mensaje que enviaban a los israelíes y demás judíos del mundo las organizaciones terroristas ligadas a la OLP y el mismísimo Hezbollah con cada atentado contra civiles judíos perpetrados en Europa, Latinoamérica y otros rincones del planeta. No habrá lugar en el mundo donde los judíos puedan estar seguros, mientras exista Israel. El siniestro mensaje de atentados como el causó una masacre en la AMIA, también está dirigido a los países con grandes colectividades judías. Ese mensaje dice que, como de los judíos forman parte de sus naciones, esos países serán también escenarios y víctimas de la Yihad.