Si Israel no tuviera la Cúpula de Hierro, sus golpes tácticos y estratégicos contra la teocracia chiita en Irán, contra Hezbolá en el Líbano, contra los hutíes en Yemen y contra Hamás en la Franja de Gaza serían mejor aceptados en el mundo.
Sucede que, sin ese formidable sistema de defensa antiaérea, los cientos de misiles entregados por Irán y lanzados contra Israel por Hezbolá desde el Líbano, Hamás desde Gaza, los hutíes desde Yemen y los chiitas y alauitas desde Irak y Siria, habrían causado inmensas destrucciones y matado a miles de israelíes.
Esos misiles que les envía el régimen de los ayatolas, que también ha lanzado más de medio millar de proyectiles y drones contra Israel, son en su casi totalidad interceptados por los misiles anti-misiles con que Israel protege sus ciudades y sus ciudadanos.
De no ser por la infalibilidad de la Cúpula de Hierro, el mundo llevaría años viendo cadáveres y destrozos producidos por los proyectiles de Hamas en Ashkelon, Beersheva, Sderot y otras ciudades, aldeas y kibutzim del sur de Israel; también viendo muerte y destrucción por los misiles que Hezbolá en la Alta Galilea, y por los misiles hipersónicos lanzados desde Yemen contra Eilat y otros puntos del sur y centro de Israel.
Que la defensa antiaérea los intercepte en pleno vuelo no quiere decir que esas lluvias de misiles no hayan sido lanzadas sobre los centros urbanos israelíes. Si Israel no fuera exitosa defendiendo a su población, generaría muchos menos rechazo los ataques que lanza sobre Gaza, Yemen, Irán, Líbano, Irak y Siria. En alguna medida, la culpa que le asigna buena parte del mundo a Israel es, indirectamente, defenderse de los misiles que le lanzan enemigos que, a su vez, no protegen a sus propios pueblos.
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Ciertamente, esto no implica que no haya crímenes que denunciar de Israel. Los miles de niños que han muerto y que han perdido hermanos, padres y hogares en la Franja de Gaza constituyen, objetivamente, un crimen israelí, aunque más despreciable resulte que esas muertes y devastación sean la estrategia de Hamás para estigmatizar a los judíos.
Aunque no existiera otra alternativa, las cifras de niños muertos denuncia, por si misma, el crimen de la operación israelí tras el pogromo sanguinario perpetrado por Hamás el 7 de octubre del 2023.
También es un crimen del gobierno extremista que encabeza Netanyahu la multiplicación de asentamientos en Cisjordania y la brutalidad de los colonos con los palestinos de la rivera occidental del río Jordán.
Aún así, es significativo que quienes repudian las bombas israelíes porque alcanzan sus blancos no repudien las bombas islamistas porque son atajadas en pleno vuelo.
Si sumaran a su mirada del conflicto el enfoque en el que se ve claramente que la menor cantidad de víctimas y daños civiles en Israel no se debe a que sus enemigos islamistas no lancen ataques devastadores, sino a que Israel protege su pueblo de esos bombardeos que desde hace décadas lanzan contra sus aldeas y ciudades, entonces valorarían de otro modo que en los últimos años Israel haya logrado matar a tantos líderes y jefes militares enemigos en Irán, Líbano, Irak, Siria y la Franja de Gaza.
Desde el asesinato en Siria de Imad Mugniyah, un alto mando de Hizbolá, al que se sumó el asesinato del general Qassem Suleimani, jefe de la Fuerza Quds, por un ataque norteamericano guiado por las coordenadas recibidas de la inteligencia militar israelí, habrían recibido más aplausos internacionales que críticas.
Los casos son incontables. Incluyen los asesinatos del general iraní que asesoraba a Hezbollá y aplastaba rebeliones separatistas en Sistán y Baluchistán, Abbas Nilforushan; el jefe político de Hamás, Ismail Haniye en Teherán y varios cabecillas más en Gaza; el encargado de seguridad interna de Hezbollá, Nabil Qaouk; el jefe de la fuerza de elite Radwan, Fuad Shukr, y también a su sucesor, Ibrahim Aqueel, además del máximo líder del brazo terrorista del régimen iraní en el Líbano, Hassan Nasrallah desde la eliminación del líder anterior, Abbas Mousavi. Todos esos golpes quirúrgicos, aunque muchos de ellos con víctimas inocentes, serían vistos más cómo logros de Israel que como crímenes, en una guerra en la que no dispara más misiles que los que disparan a su territorio.