Nihón es Japón en japonés, o sea, más específicamente, “donde nace el sol”. Hidankyo significa algo así como “zona de impacto”, o lugar donde se produjo la explosión. Nihon Hindakyo es el nombre de la organización creada en 1956 por los sobrevivientes de las bombas atómicas que estallaron en Hiroshima y Nagasaki. Posteriormente, a ellos se sumaron las víctimas de las pruebas nucleares realizadas entre mediados de la década del sesenta y mediados de la década del setenta, en los atolones de la Polinesia francesa. El compromiso es transmitir a la humanidad la vivencia horrorosa de las explosiones atómicas.
Nadie puede transmitir mejor el infierno que comienza en el estallido nuclear y se prolonga luego casi indefinidamente, que un Hibakusha, palabra japonesa que denomina a los sobrevivientes de un holocausto atómico.
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La traducción es algo así como “persona bombardeada” o “persona que sufrió la bomba”, pero sería más revelador llamar a quienes atravesaron esa circunstancia testigos del infierno.
En mi libro Crónicas de Fin de Siglo, se titula “Testigo del Infierno” el capítulo en el que transcribo la experiencia que, en Hiroshima, me relató un hibakusha. Se llamaba Matsushige. Había sido reportero gráfico del diario de Hiroshima y fue quien sacó las primeras fotos del infierno atómico. El mundo pudo ver los cadáveres que flotaban en el río Ota, al que muchos saltaron desde los puentes de la ciudad porque el aire los quemaba, pero murieron en el agua hirviente. Las fotos de Matsushige mostraron también al mundo miles de cadáveres carbonizados, gente derritiéndose en calles con el cemento licuado por el calor que generó el estallido de Little Boy, como habían bautizado los norteamericanos a la bomba que convirtió esa ciudad en un inmenso cráter radioactivo.
Matsushige y sus fotos eran parte del arsenal con que, en el momento de mi visita a Horoshima, contaba Nihon Hidankyo para cumplir su misión de transmitir a la humanidad la vivencia de haber vivido el momento de la explosión atómica y haber sobrevivido a ella.
A la filosofía de Nihon Hidankyo y las vivencias de los hibakusha también las expresó Akira Kurosawa en su bellísima Rapsodia en Agosto, en la cual una hibakusha que describía con sus silencios y perplejidades el infierno vivido cuando cayó la bomba que borró del mapa a Nagasaki. La sobreviviente protagónica en esa inolvidable película del gran cineasta japonés, es una “Obaasan” (abuela) que vivía en las afueras de la ciudad hacia la que corrió en busca de su marido cuando estalló la segunda bomba atómica.
Nihon Hidankyo es la organización dedicada a lo que se dedicó mi entrevistado en Hiroshima y la Obaasan de Rapsodia en Agosto: transmitir al mundo la vivencia de un infierno, para que la sociedad global impida que alguna vez vuelva a repetirse. La trascendencia de esa labor explica que el viernes 11 de octubre haya recibido el Premio Nobel de la Paz. La otra razón de esta decisión del Comité Nobel es más inquietante: lo indispensable hacer audibles voces como las de los sobrevivientes unidos en Nihon Hidankyo, porque nunca, ni siguiera durante la Crisis de los Misiles de 1962 ni en los momentos más tensos de la Guerra Fría, el mundo estuvo tan cerca como ahora de sufrir holocaustos nucleares que, a esta altura de la historia, serían inmensamente más destructivos que los que sufrió Japón en 1945.