Una sombra recorre el altiplano. Es oscura y, por momentos, parece tener los rasgos de una guerra civil. Por primera vez, el enfrentamiento entre el presidente Luis Arce y el ex presidente Evo Morales incluye armas de fuego. Primero, la camioneta en la que se trasladaba Evo Morales fue tiroteada, quedando herido el conductor y tanto la luneta trasera como la chapa de vehículo con varios impactos de bala.
La versión del gobierno es que fue la caravana de Evo la que disparó primero contra la policía, y que los efectivos policiales lo que hicieron fue responder ese fuego con disparos contra los atacantes. Pero antes, el ex presidente y líder de la facción más radical del Movimiento Al Socialismo (MAS), denunció que su vehículo fue blanco de ráfagas de balas disparadas sin motivo alguno, y con la presunta intención de asesinarlo.
+ MIRÁ MÁS: A Diana Mondino, Milei le hace pagar los aciertos, no los errores
A partir de entonces, Evo Morales comenzó a decir que Luis Arce se pretendía matarlo para controlar la totalidad del MAS y evitar que vuelva a la presidencia del país. Con pruebas más visibles, el actual presidente lleva tiempo acusando a su antiguo camarada de promover un golpe de Estado para derrocarlo y tratar de recuperar la presidencia violando los límites establecidos por la Constitución.
Una de las medidas que el gobierno denuncia como golpista son los cortes de rutas que están paralizando la economía y dejando sin combustibles las estaciones de servicio. Contra esos agresivos piquetes, el presidente movilizó fuerzas policiales y militares.
La respuesta llegó en las últimas horas, con grupos armados que, reclamando el cese de las embestidas contra los piquetes y la dimisión del presidente Arce, coparon el regimiento militar Cacique Juan Maraza, en el Trópico, tomando como rehenes a militares y civiles que se encontraban allí.
Poco después fue rodeado y amenazado otro cuartel militar en el Trópico, el Regimiento de Infantería Coronel Epifanio Ríos. Paralelamente, se daba una situación similar en la Base Naval de Puerto Villarroel.
Evo Morales y Luis Arce primero se enfrentaron en el escenario partidario, procurando monopolizar el liderazgo y, de ser posible, expulsar de sus filas a la facción contraria. Después se enfrentaron con actos y marchas callejeras, con discursos en los que se denostaban mutuamente. A continuación llegó el lawfare (guerra judicial).
Aunque las denuncias encontradas y relanzadas por el Ministerio de Justicia contra Morales sobre trata y estupro, tienen visos de ser probadas, el gobierno jamás las hubiera buscado y convertido en acusación formal de mantener sexo con menores de edad si el presidente actual no estuviera tan enfrentado con el ex presidente.
Ahora, del lawfare (el “evismo” respondió con fiscales leales al líder cocalero que acusan a Arce de casos de acoso sexual) el enfrentamiento entre ambos líderes máximos de la izquierda boliviana llegó hasta las armas con los balazos contra Evo y el asedio a los cuarteles militares por grupos “evistas” con armas.
Cuando Evo Morales era el presidente y Luis Arce su ministro de Economía y la pieza clave del éxito de aquellos gobiernos del MAS, nadie habría imaginado que una disputa entre ellos terminaría empujando el país hacia la violencia política, con potencialidad de convertirse en guerra civil.
Todos los capítulos violentos de la historia boliviana fueron protagonizados por enfrentamientos por enfrentamientos entre izquierdas y derechas.
Ahora, la más peligrosa de las tensiones que están resquebrajando al gobierno y al partido izquierdista, no se debe a embestidas derechistas. El golpista es Evo Morales, quien ya embiste abiertamente contra su antiguo camarada, proclamando su intención de derrocarlo.