Rodeado de democracias en estado de exacerbación permanente, Uruguay ha vuelto a dar una lección de democracia. Una democracia de buenos modales en una región donde imperan la crispación y los liderazgos histéricos. Los buenos modales de la política uruguaya constituyen un rasgo en absoluto superficial, porque se trata de la consecuencia de una cultura política profunda.
Tras una campaña electoral en la que ninguno de los candidatos elevó el tono, se concretó el ballotage en el que votó el 90 por ciento del electorado. Ganó el ex intendente del Departamento de Canelones y ahijado político del ex presidente José Pepe Mujica.
Lo primero que hizo Yamandú Orsi al concluir con su victoria la jornada electoral en la que no se registró ningún incidente (ni uno solo), fue convocar a un gran diálogo político y manifestar un gran respeto por Alvaro Delgado, el candidato derrotado.
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Tanto Delgado como su mentor, el presidente Luis Lacalle Pou, felicitaron al vencedor y le ofrecieron colaboración. Y los festejos del Frente Amplio en las calles de Montevideo y demás ciudades uruguayas no incluyeron consignas agresivas ni cánticos burlones hacia los partidos derrotados.
La otra buena señal les llegó del otro lado del Río de La Plata, porque el gobierno de Javier Milei, un presidente que siempre expresa repudio a la centroizquierda, en este caso actuó como corresponde y felicitó al presidente electo.
El modélico proceso electoral uruguayo reflejó la vocación centrista de los candidatos que pasaron a la segunda vuelta. Alvaro Delgado fue el secretario general de la presidencia de Lacalle Pou, un gobierno en el que primó la moderación y la expresión cabal de la centroderecha. Mientras que el presidente electo, igual que su mentor Pepe Mujica, expresaron cabalmente la moderación de la centroizquierda.
Lo que falta ver es si los ciclos gubernamentales de ambos espacios políticos serán más corto o si el Frente Amplio logrará la seguidilla de gobiernos que empalmó con las dos presidencias de Tabaré Vázquez y la presidencia de Mujica que las intercaló.
Desde la recuperación en 1985, hubo tres gobiernos seguidos de la centro derecha: los dos del líder colorado Julio María Sanguinetti y los dos del Partido Nacional que encabezaron Lacalle Herrera y Jorge Batlle.
Después vinieron las tres gestiones consecutivas del Frente Amplio con Tabaré y Mujica, a la que siguió el primer gobierno en coalición de la centroderecha, que es el que está concluyendo Lacalle Pou.
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Al concluir Yamandú Orsi el mandato sin reelección inmediata que establece la ley ¿ganará otro candidato centroizquierdista que mantendrá el Frente Amplio en el poder, o como acaba de ocurrirle a la centroderecha, volverá a darse la alternancia inmediata?
Eso se sabrá dentro de cinco años. Lo que ya se sabe es que el Uruguay mantiene la moderación de sus espacios políticos, a pesar de encontrarse en una vecindad donde la política es furiosa y mantiene a las democracias al borde del colapso.