¿Turquía decidió romper la tregua que había pactado con Rusia y le permitía a la milicia islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), gobernar con cierta calma Idlib estos últimos años? ¿Fue una decisión de Recep Tayyip Erdogan, o el presidente turco no tuvo que ver con la ofensiva relámpago desplegada por HTS? ¿Acaso fue una decisión inconsulta con Ankara de esa organización islamista que es el brazo de Al Qaeda en Levante, tomada tras detectar un plan ruso-sirio para lanzarse desde Alepo a la reconquista de Idlib?
Las batallas de inusitada envergadura y violencia tomaron por sorpresa, no sólo al régimen de Bashar al-Assad y sus protectores -Rusia e Irán-, sino al resto del Oriente Medio y las potencias occidentales. Y no se puede descartar que la debilidad militar en la que quedó Hezbolá por el conflicto que mantuvo hasta hace un par de días con Israel, haya tentado a las milicias sunitas a retomar la ofensiva contra el régimen sirio, dado que ya no contaría con la colaboración de la organización chiita libanesa que tanto ayudó al ejército de Al Assad durante la guerra civil siria.
El hecho es que, justo cuando comenzaba un frágil cese del fuego entre Israel y Hezbolá, una vasta ofensiva relámpago de las milicias yihadistas apoyadas por Turquía se lanzaba sobre Alepo desatando feroces batallas con el ejército del régimen sirio.
Mientras contaban muertos de a centenares en ambos bandos, retumbaban en el escenario sirio nombres de milicias como el HTS, el Frente Al Nusra, el disidente Ejército Nacional, que es una escisión del ejército sirio, y la Organización de Liberación del Levante, coalición de grupos yihadistas que también luchan contra el régimen de al-Assad.
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Otra vez los aviones rusos bombardeando en el norte de Siria. Otra vez caen generales iraníes en Alepo. Aunque las fuerzas islamistas que controlan Idlib son patrocinadas por Turquía, es difícil entender por qué Erdogan autorizaría ahora una acción militar de tal envergadura y desviaría la atención de destrucción masiva y las miles de muertes de civiles gazatíes que los israelíes acumulan en la Franja de Gaza.
Aunque el canciller iraní, Abás Araqchí no exhibió pruebas que acrediten su afirmación de que Israel y Estados Unidos están detrás de esta ofensiva yihadista sobre Alepo, lo que dijo tiene lógica. Al menos, sería más entendible que el hecho de que Turquía decidiera justo ahora lanzar sus proxies contra el régimen de Al Assad.
No está claro por qué, pero es indudable que la guerra en Siria no había terminado. Tampoco ha terminado la guerra entre Israel y Hezbolá. Solo concluyó el capítulo más reciente del conflicto, que comenzó con el surgimiento de la milicia chiita en 1982 y acabará cuando desaparezca esa fuerza ultra-islamista o su principal enemigo, Israel.
Hezbolá se había fortalecido en el 2000 con el final de la ocupación israelí de una franja en el sur del Líbano que había retenido tras su retirada en 1985 y llamó “zona de seguridad” sobre su frontera norte. Con un diestro manejo de la propaganda, la organización ya liderada por Hassan Nasrallah, logró irradiar el relato de que sus combatientes fueron la causa del repliegue israelí hacia la Alta Galilea.
Del capítulo bélico de fuerte intensidad que se dio en el 2006 salió fortalecido el militarizado partido chiita libanés, ya convertido en un proxy de Irán. Pero este último capítulo es diferente. En este tramo de su larga guerra contra Israel, Hezbolá quedó debilitado en términos militares y con su cúpula dirigencial diezmada.