Una fotocopia de mierda que retiran después de la larga fila termina en la bolsa con los otros papeles, la tarjeta del colectivo, el carné de afiliado y un DNI que usó para votar. Toman la bolsa de nylon gastado y curtido en cada uno de los viajes que hicieron al médico, al centro de jubilados y al PAMI. Salen de la fila y traen una fotocopia de mierda.
Fue sacada a las apuradas con un cuadro en falsa escuadra que tendrán que llenar con los medicamentos que certifican su soledad. Eso es la fotocopia, un certificado de soledad.
La velocidad con la que se tomó la medida está en el apuro de esa fotocopia. Nada tiene que ver con los inteligentes diseños que se arman para explicar en cada campaña electoral cómo es la forma de votar. Impresiones full color, diagramadas, detalladas, didácticas y propedéuticas. Con esa soledad salían de la fila con el nuevo papel a llenar para que no los vacíen.
Ese era el escenario en el que conocí a Ramón.
Ya veníamos al aire unos veinte minutos preguntando a los de la fila qué respuesta esperaban. Una señora que parecía mi tía Pola se me largó a llorar, un hombre parecido a mi tío Norberto también necesitaba los remedios para la vista. Ya venía entrando en el desconcierto del que salían. Los turnos que tendrían que tramitar para que el médico vuelva a certificar su salud delicada.
Ramón viene con su cuerpo enorme que se va achicando, tiene la traspiración fría, una piola en el cuello le sostiene, por dentro de la camisa, una bolsita con el celular y los carné y los papeles. Los lentes se le opacan de grasa y vapor. Tiene los labios resecos y le sale esa tonadita de Cruz del Eje.
Se le nota en la piel, que traspira fría, y las manos grandes que alguna vez trabajó en el campo. Conozco eso que generan los calores del norte y la baquía del que sobrevive. Ahí se me vienen a la mente todos los que conocí en mi vida. Y don Ramón Agüero comienza a hablar.
“Ya me he cansado de andar así, necesito los remedios”.
Solo le pregunto mientras miro el certificado de soledad que le humedece en las manos si tiene a alguien que lo ayude.
-No sé cómo se hace.
-Yo tampoco sé.