Le habrá sonado extraño a Úrsula von der Leyen escuchar al presidente pro témpore del Mercosur descalificar como inservible al bloque económico que preside. Ella aprovechó el tembladeral político francés por la caída del gobierno de Michelle Barnier, para volar a Sudamérica y firmar el acuerdo entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. También habrá desconcertado a la presidenta alemana de la Comisión Europea que Javier Milei describiera como “una prisión” al bloque económico al que acusó de “escollo para el desarrollo económico de los argentinos”. Es como llegar hasta el altar y escuchar al novio diciéndole al sacerdote que no cree en el matrimonio y que es imprescindible que se flexibilice para que los cónyuges puedan establecer por su cuenta otras relaciones amorosas.
En rigor, no es equiparable al matrimonio y también en la UE los discursos de algunos miembros suelen ser duramente críticos. Lo que no es muy común es que un miembro del bloque económico lo describa como instrumento inútil y contraproducente, como hizo Javier Milei en la cumbre de Montevideo. Probablemente, Von der Leyen se preguntó si no habrá sido un error el acuerdo que acababa de firmar y que deberán ratificar los parlamentos de los países europeos.
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No obstante, habrá deparado también que el presidente argentino, si bien defenestró al Mercosur, no propuso disolverlo ni insinuó que Argentina lo abandonaría.
De todos modos, la concordancia del discurso de Milei al asumir la presidencia pro témpore y todos los que dijo anteriormente en contra del bloque económico que conforman Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, no alejan algunas inquietantes dudas.
Presidiendo el Mercosur ¿será Milei “el topo” que se infiltró para destruir ese instrumento de integración “desde adentro”?
Así había definido su accionar como presidente de la Argentina: “soy el topo que se infiltró en el Estado para destruirlo desde adentro”.
Como también por el Mercosur ha manifestado desprecio en muchas oportunidades y desde antes de ingresar al despacho principal de la Casa Rosada, se justifica la sospecha de que puede ser la disolución de ese espacio creado en la década del 80 el objetivo que se plantea Milei para su presidencia pro témpore.
Que se justifique la sospecha no implica que se dé por hecho, ni mucho menos. En lo inmediato, lo que propuso fue que se permita a cada país miembro la libertad de firmar individualmente tratados de libre comercio con otros países del mundo, que es lo que ha venido solicitando Uruguay desde hace varios años, para poder tener el tratado de libre comercio que ha acordado con China.
Desde que asumió la presidencia, Santiago Peña ha sumado la posición de Paraguay a la de Uruguay. Pero Brasil ha sido renuente a tal aceptación y, si bien nada puede descartarse, es posible que mantenga su rechazo.
Qué hará Milei si el presidente Lula da Silva vuelve a obstruir un acuerdo para que los miembros del Mercosur puedan, individualmente, tener tratados de libre comercio con países extra-regionales. ¿Lo usará como justificación para sacar a la Argentina?
Posiblemente, a Milei le gustaría romper el Mercosur, entre otras cosas, porque fue impulsado por Raúl Alfonsín, hacia quien ha manifestado un desprecio profundo y viscoso. El otro pionero del bloque sudamericano es el entonces presidente brasileño José Sarney, un centroderechista tan moderado como Tancredo Neves, a quien sucedió en la presidencia por su fallecimiento antes de asumir.
Sarney y Neves representan la centroderecha que Milei aborrece más que a la izquierda dogmática. Pero más allá de su desprecio, no tiene sentido que Argentina se retire ahora, cuando empieza a ser posible el tan buscado acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea (UE). Al menos España, Alemania y la cúpula de la UE han lanzado una ofensiva para presionar a Emmanuel Macron hasta hacer que Francia deje de obstruir el acuerdo integrador.
Aunque todavía no es seguro que se logre, no parece buen negocio perder semejante oportunidad.
Con la ayuda del presidente español Pedro Sánchez, Alemania aumentó su presión para que se firme el acuerdo. También presiona en ese sentido el gobierno de Suecia. Los otros países escandinavos también lo apoyan, aunque con menor entusiasmo. Pero se oponen duramente Francia, Austria y Polonia, mientras que dudan Italia y Países Bajos.
El hecho es que sí los parlamentos de al menos cuatro países cuyas poblaciones sumadas alcancen o superen el 35 por ciento de la población de la UE, el acuerdo que firmó la Comisión Europea con el Mercosur caerá.
Si el acuerdo con Bruselas vuelve al freezer donde lleva larguísimos años, y si Brasil sigue obstruyendo la flexibilidad que reclama Uruguay, apoya Paraguay y es la meta de la presidencia pro témpore argentina, es posible que Milei decida salir del Mercosur.