La primera lectura de la propuesta del gobierno de Estados Unidos para poner fin a la guerra en Gaza, resulta positiva y esperanzadora. La señal de que se trata de una buena alternativa es que no resulta plenamente satisfactoria para Benjamín Netanyahu ni para Hamás.
Para la organización terrorista que detonó esta guerra implica la rendición, el desarme, la desmovilización de sus fuerzas y la renuncia a jugar algún rol en el futuro de ese territorio, mientras que para el primer ministro israelí y su gobierno implica renunciar al objetivo de anexar la Franja de Gaza a Israel y sacar del territorio a su población nativa para reemplazarla por otra población.
La propuesta que le explicó Trump a Netanyahu impone, en resumidas cuentas, la desaparición de Hamás tal como ha existido hasta la actualidad, amnistiando a los miembros de esa organización que acepten la propuesta; la creación de un gobierno de transición encabezado por palestinos y asesorados por expertos internacionales, la conformación de fuerzas militares y policiales interinas integradas por tropas de países árabes y norteamericanas, además de la conformación de una Junta por la Paz, que será internacional, estará por sobre el gobierno interino y será presidida por el propio Trump.
O sea que Hamás debe liberar a los rehenes, entregar sus armas, desmovilizar sus fuerzas y renunciar a formar parte de cualquier entidad futura que gobierne ese territorio. Por su parte, Israel debe renunciar a la ocupación, anexión y repoblación de la Franja de Gaza, pretensión no disimulada por altos miembros del gobierno israelí e implícitamente impulsada por Benjamín Netanyahu.
Sin ambas partes aceptan el plan, primero Hamás libera rehenes y entrega cadáveres de rehenes muertos en cautiverio e Israel libera prisioneros palestinos. Luego Hamás se desarma y desmoviliza, renunciando a integrar futuras estructuras de poder sobre ese territorio y recibiendo una amnistía. Entonces comienza una retirada en etapas de las fuerzas israelíes, que deberán replegarse totalmente al cabo de un tiempo a acordar.
La gobernanza recaerá sobre la administración local interina, encabezada por palestinos y expertos en organizar, gestionar y administrar, poniendo en marcha la reconstrucción de ciudades y aldeas arrasadas por la guerra. Sobre esa administración local estará una Junta por la Paz, que será de carácter internacional y estará presidida por el mismísimo Donald Trump, mientras que de la seguridad en el territorio se encargarán ejércitos de países árabes, con posible participación de fuerzas norteamericanas, pero sin el ejército de Israel, que deberá replegarse completamente en territorio israelí, aunque de manera paulatina.
Entre los rasgos más relevantes de la propuesta del presidente norteamericano, destaca el hecho de que los gazatíes no serán obligados a abandonar el territorio. Podrá salir de la Franja de Gaza quien así lo quiera durante la reconstrucción y tendrá derecho a regresar cuando lo desee. Pero en modo alguno habrá la repoblación que pretendía el radicalizado gobierno israelí en el plan que incluye la anexión.de aceptar este plan, Hamás habrá renunciado a sus postulados más irrenunciables, como la entrega de las armas y la aceptación de no integrar ningún Estado ni gobierno futuro.
Para la organización terrorista que detonó el conflicto con el pogromo sanguinario del 7 de octubre del 2023, esto equivale a la capitulación. Y para Netanyahu y sus socios fundamentalistas de coalición equivale a renunciar a planes y aspiraciones mu implantadas en el gobierno que comparten.
No está claro que una organización de yihadistas dispuestos a morir en la consecución del objetivo de criminalizar a Israel y estigmatizar a los judíos como “pueblo genocida”, vaya a aceptar una propuesta que sólo les ofrece seguir vivos y libres después de capitular, liberar rehenes, entregar las armas y desarticularse. Tampoco está claro que los miembros más extremistas del gobierno israelí, como el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich, acepten renunciar a la ocupación, anexión y repoblación de la Franja de Gaza. Pero es muy posible que Trump no esté consultando a ese gobierno, sino exigiéndole aceptar esa propuesta.
Por cierto, no pasó demasiado tiempo del momento en que el jefe de la Casa Blanca expresó la sórdida y descabellada idea de reimplantar a los gazatíes en otros países, repoblar Gaza y convertirla en un centro turístico internacional de alta gama, convirtiéndola en propiedad a Estados Unidos. Pero los líderes europeos y árabes le hicieron ver que, entregando Gaza y Cisjordania a Israel, jamás podría aspirar al Premio Nobel de la Paz.
Por eso terminó apropiándose de la idea diseñada por la Fundación Tony Blair, con algunas modificaciones. Por caso, que sobre la administración internacional interina que pretendía encabezar el propio ex primer ministro británico, estará el consejo que, con el nombre de Junta de Paz, liderará Trump en persona. De ese modo sí podrá sumar puntos para su anhelado Premio Nobel de la Paz.
Ahora falta ver si, tanto la organización terrorista Hamas como Benjamín Netanyahu y su gobierno extremista, aceptan ese plan que con sólo ser presentado llevó una bocanada de esperanzas a los gazatíes, a los israelíes que quieren el regreso de todos los rehenes y la paz, y al mundo entero agobiado por esa guerra atroz.