En 1973, el gobierno de Golda Meir sabía que Egipto y Siria atacarían a Israel. Lo que no sabía era cuándo ocurriría ese ataque. Entonces el líder egipcio Anuar el Sadat y su jefe de la Fuerza Aérea, Hosni Mubarak, urdieron una estratagema: hicieron llegar a los agentes del Mossad una “filtración” ultra-secreta, según la cual Egipto esperaba que la URSS le enviara un cargamento de aviones Mig 21 y, cuando dispusiese de ese poder aéreo, entonces iniciaría la guerra conjuntamente con Siria. De ese modo logró que las defensas israelíes quedaran expectantes de que zarpe un portaviones soviético desde el puerto de Sebastopol. Pero el ataque sirio-egipcio ocurrió mucho antes, tomando a las FDI por sorpresa.
+ MIRÁ MÁS: Trump opacado por Meloni y comparado con Sarkozy
Esa podría ser la estrategia del Pentágono que incluye el desplazamiento del portaaviones Gerald Ford hacia el Mar Caribe. El trayecto desde el Mar Adriático le llevará una semana si hay buen tiempo, y entre diez y doce días si en el Mediterráneo y el Atlántico encuentra frecuentes tormentas. De tal modo, el régimen chavista y sus fuerzas militares podrían relajarse en estos días considerando que antes de una semana o doce días no habría ataques norteamericanos sobre el territorio venezolano. Entonces viene el ataque que los toma por sorpresa, como el de los ejércitos de Anuar el Sadat y Hafez el Asad a Israel en 1973.
Claro que también el desplazamiento del portaaviones más grande del mundo hacia las aguas cercanas a Venezuela podría tener otra razón: Trump le está dando un plazo a Nicolás Maduro y a Diosdado Cabello para que dejen el poder y salgan del país caribeño. Si no lo hacen, desde la pista del Gerald Ford despegarán los aviones de combate que se sumarán a los misiles que lanzarían los buques artillados que ya están en la zona.
A la precisión de los misiles se las está mostrando día a día la Casa Blanca con el hundimiento de lanchas de supuestos narcotraficantes.
+ MIRÁ MÁS: Bolivia alimenta la esperanza de los centristas en la región
Fuera cual fuere la razón, el desplazamiento de esa súper-nave de guerra parece confirmar que lo que está en la mira de Donald Trump no es el narcotráfico sino el régimen chavista. De ser así, la partida del portaaviones Ford desde el Adriático con la proa hacia el Caribe, inició una cuenta regresiva para la dictadura del chavismo residual. Probablemente entre los blancos de ataques norteamericanos estarán las posiciones de la narco guerrilla colombiana ELN, cuyas bases están junto a las fronteras de Venezuela por las que envían cargamentos de cocaína al Cartel de los Soles o al Tren de Aragua. Un golpe que tendría que como blanco indirecto al presidente de Colombia, cuyas sobreactuaciones en Nueva York durante la Asamblea General de Naciones Unidas molestaron mucho al jefe de la Casa Blanca.
Si Trump fue capaz de hacer un bollo y lanzar al cesto de los papeles el acuerdo comercial que había alcanzado con el primer ministro Marc Carney por la difusión de un viejo video en el que Ronald Reagan critica los aranceles en un video difundido por el gobierno de Ontario, por qué no descargaría su furia por los discursos y las escenificaciones callejeras que hizo Petro con Roger Waters en Nueva York. Y una forma de descargar esa indignación es atacando posiciones de las narco-guerrillas en territorio colombiano.
Pero de momento, todas son conjeturas. Mientras el portaaviones Ford navegue hacia las aguas venezolanas en el Caribe, las hipótesis alarmistas irán subiendo de tono. Nada puede descartarse. Tampoco una escalada que genere tembladerales políticos y militares en Sudamérica, donde por primera vez estallaría una guerra con participación directa de Estados Unidos.


