Cuando la durísima y prematura cuarentena argentina tenía amplio apoyo social, menos de un año atrás, se imponía el "vamos ganando" del discurso oficial. El Presidente Alberto Fernández se felicitaba en cada mensaje público, contrastando el éxito de las políticas del gobierno que en teoría encabeza con presuntos fracasos internacionales. Entre los países a los que supuestamente estábamos en condiciones de enseñarles cómo manejar la situación llegó a incluir a... ¡Suecia! Evidentemente en su entorno no le facilitaron información de calidad.
Ahora, en el arranque de un nuevo confinamiento es oportuno revisar algunas estadísticas. La Argentina viene con una campaña de vacunación lenta. En la región está muy detrás de Chile y Uruguay, pero también por debajo de otros como República Dominicana, Costa Rica y Brasil.
El país gobernado por Jair Bolsonaro, tan cuestionado por el oficialismo argentino por su manejo de la pandemia, llevaba aplicadas hasta el viernes 21 de mayo 26.3 dosis cada 100 habitantes. La Argentina administrada por el "gobierno de científicos" había inoculado para la misma fecha, 23.3 dosis cada 100 habitantes. Si en el debate se incluye que la Argentina dejó pasar más de 13 millones de dosis ofrecidas por el laboratorio Pfizer, el juicio sobre la gestión empeora. Y se viene definitivamente a pique si se consideran los demasiado recurrentes casos de vacunados VIP, entre ellos funcionarios que se adelantaron en la fila con el dudoso rótulo de "estratégicos" y jóvenes militantes que inundaron las redes posando con los dedos en "V".
Otros indicadores refutan ciertos lugares comunes del discurso oficial. Por ejemplo, la cantidad de casos confirmados desde el inicio de la pandemia medidos en función de la población. La Argentina también muestra en esta tabla una posición peor incluso que la de Brasil.
Las políticas aplicadas por el gobierno nacional también han resultado calamitosas en materia de Derechos Humanos, con una serie de abusos que desacredita aún más a muchas ONG que dicen abogar por su respeto.
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Y también impresiona la cantidad de desaciertos en relación a la economía. En este punto, aunque el PBI argentino ya tuvo una caída récord en 2020, los efectos de las pésimas decisiones actuales se sentirán en el mediano y largo plazo. Por citar un ejemplo, en el asado carísimo que tendremos en 3 o 4 años, cuando se complete el impacto del presente cierre de las exportaciones de carne.