Sería para incluir la impotencia de aquellos que ponen ideas, dinero, tiempo, trabajo y que luego de un robo se quedan mirando el todo en una nada de pedazos que dejan los ladrones cuando se van.
Cuando Carlos abrió su oficina en un noveno piso, se largó a llorar. Hace unos años empezaron a desarrollar con su hermano, ingeniero biomédico, un software para que personas con imposibilidades de comunicarse se puedan expresar mediante una tablet. Su abuela tenía alzheimer y así nació Ottaa Project. Lograron becas en Emiratos Árabes, en Noruega y en Chile pero apostaron por Córdoba. “Somos de acá y queremos hacerlo acá”.
El fin de semana, un grupo de ladrones entraron por la azotea al noveno piso donde está la oficina. Se llevaron todo. Computadoras y tablets que esperan niños con autismo, con parálisis, abuelos con alzheimer; y no dejaron ni las ganas.
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En la foto un maniquí con una vincha con neuro-sensores parece mirarlo a Carlos con desánimo. El chico llora, tiene 27 años y no le quedan ganas para seguir jugándose el sueño que los puso en movimiento. 40 mil usuarios de Ottaa Project no saben del saqueo del fin de semana.
En Oslo no saben de la traducción de “saqueo”, en Emiratos Árabes no saben del índice “mandar todo al diablo” que se me ocurre acá, indignado de ver a dos genios jóvenes con ganas de ayudar, llorando porque nadie sabe dónde están los que les arrebataron todo.
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