A simple vista, Jair Bolsonaro aplica al pie de la letra la receta que aplicó Donald Trump contra quien lo venció en las urnas. La pregunta es por qué aplicar una receta que fracasó.
Bolsonaro está repitiendo paso a paso una estrategia que condujo al desastre total al trumpismo y al propio Trump. ¿Cuál es el sentido de avanzar hacia un abismo?
Hace exactamente dos años, el magnate impulsó el asalto de una turba multitudinaria al Capitolio, con el objetivo de conservar el poder que había perdido en las urnas. Ahora está haciendo lo mismo Bolsonaro, con el agregado de que, además del Congreso, la turba bolsonarista asaltó la sede del Poder Judicial y también el Palacio del Planalto, sede del Poder Ejecutivo.
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A simple vista, parece el cálculo estratégico de un mariscal estúpido que repite una estrategia que ya tuvo como resultado un trágico fracaso. Sin embargo, hay una diferencia. El asalto golpista contra el Capitolio se dio estando todavía en la presidencia el ultraconservador que denunció fraude en la elección que había perdido. El ataque tenía como objetivo evitar que el Poder Legislativo certificara el resultado de la elección ganada por Joe Biden, y obligar al vicepresidente Mike Pence a imponer brindar tipo de legitimidad a la continuidad en el poder que pretendía Trump.
En Brasil, el asalto al Congreso se da con su impulsor ya fuera del gobierno y también del país. El objetivo no es impedir que Lula asuma el cargo que ganó en las urnas derrotando a Bolsonaro, sino que sea derrocado por un golpe militar.
El golpismo bolsonarista primero se plantó en la puerta de los cuarteles a reclamar que hagan lo que les pidió Bolsonaro tras perder la elección presidencial: que intervengan para evitar un gobierno de Lula.
Ahora tomaron las sedes de los tres poderes en Brasilia, reclamando a los militares que saquen del poder a Lula.
Si la invitación a los militares a que den un golpe de Estado no funcionó, lo que ahora hacen Bolsonaro y sus seguidores más violentos es intentar, mediante la acción violenta, obligar a los militares a dar un golpe.
Las cámaras de la televisión están enfocadas en los edificios gubernamentales de Brasilia, pero los estetoscopios de los observadores políticos y de las embajadas extranjeras están puestos sobre los cuarteles. Auscultan el cuerpo castrense para detectar si hay síntomas de golpismo, o señales que certifiquen salud en la democracia brasileña y los anticuerpos que superarán esta fiebre de extremismo autoritario.