Que el único presidente latinoamericano que estuvo en la asunción del nuevo mandato de Recep Erdogán, haya sido Nicolás Maduro, resulta tan llamativo como revelador.
No fue la única presencia llamativa en las ceremonias que tuvieron lugar en Ankara. También causó perplejidad que estuviera en los actos Nikole Pashinián, el presidente de Armenia.
Hace menos de tres años Azerbaiyán lanzó una ofensiva militar contra los armenios de Nagorno Karabaj, recortando notablemente en su favor el territorio del enclave. Y el triunfo de los azeríes fue posible, en buena medida por el notable apoyo en armamentos que Turquía hizo al país musulmán. Incluso es posible sospechar que Erdogán fue quien empujó al presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, a detonar esa guerra que duró poco más de un mes y que dejó a los armenios de Nagorno Karabaj aislados, porque incumpliendo lo acordado para el alto el fuego que logró Rusia, el ejército azerí cortó el corredor de Lachin, que une la República de Armenia con el enclave al que los armenios llaman Artsaj.
Que el presidente armenio haya estado en la asunción del líder turco que estuvo detrás de la guerra del 2020, sólo se explica por la creciente soledad de Armenia en la región, ya que esa última guerra con Azerbaiyán dejó a la vista que su protectora, Rusia, tardó demasiado en reaccionar para detener las acciones militares, y recién lo hizo cuando los azeríes habían conquistado buena parte de Nagorno Karabaj.
De las potencias occidentales, estuvo presente el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, una presencia que se explica en la necesidad de convencer al presidente turco que levante cuanto antes el rechazo al ingreso de Suecia a la alianza atlántica.
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Poco y nada sorprendió la presencia del presidente húngaro Viktor Orban, quien expresa un conservadurismo duro y un instinto autocrático que lo asemeja al sultánico presidente turco. Pero que el único mandatario del continente americano haya sido quien encabeza un régimen calamitoso, que tuvo la extraña habilidad de hundir una economía que flota en petróleo y provocar una ola migratoria sin precedentes en la historia de ese país caribeño, parece confirmar algunas hipótesis oscuras.
Una de ellas es que, entre las mafias extranjeras que han recibido un secreto permiso para explotar la minería ilegal en la Cuenca del Orinoco, las hay de Turquía y estarían vinculadas al gobierno que encabeza Erdogán.
Según agencias de inteligencia occidentales, también habría mafias de Rusia y de China explotando ilegalmente el llamado “arco minero” de Venezuela, así como también grupos vinculados a Irán y a Hezbolá.
De hecho, todos esos países apoyan al régimen residual chavista. Por eso es posible interpretar la presencia de Maduro en Ankara como una señal de que el eje de autocracias hacia el que avanza decididamente Recep Erdogán, ha tomado la decisión de dar un paso más, pasando de simplemente sostenerlo en el poder, a blanquearlo ante el mundo sacándolo del aislamiento en el que cayó desde las brutales represiones que aplastaron a sangre y fuego las masivas protestas del 2019.
Al primer paso en el blanqueo lo dio Lula, invitándolo a Brasilia y diciendo que todo lo malo que se dice del régimen venezolano es, en realidad, “una construcción narrativa”.