Ni el más pesimista hincha de podría haber imaginado este presente de Talleres. Hace sólo tres meses el equipo cerraba un año histórico. Llegó a la final de Copa Argentina, terminó en la tercera colocación el torneo de Primera y clasificó a la fase de grupos en la Copa Libertadores después de 20 años.
El panorama era inmejorable. El horizonte mostraba un 2022 con grandes desafíos y el objetivo de seguir elevando la vara.
Sin embargo, la salida del “Cacique” Medina, no tanto por la sorpresa sino por la forma y el momento, golpeó muy duro dentro del club. Las esquirlas golpearon dentro del estadio, en la dirigencia y en la tribuna.
El entrenador dejó el club unos días antes del arranque de la pretemporada y Talleres no pudo conseguir un reemplazante a su altura. Perdió un tiempo demasiado valioso y el plantel pasó las tres primeras semanas de entrenamiento solo con un preparador físico.
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Angel Hoyos no fue ni el plan A, ni el B, ni el C. Desde el club nunca lo admitieron pero la forma en la que se dio su llegada dejó todo en manifiesto. Los jugadores lo intuyeron, lo sintieron y actuaron en consecuencia.
El liderazgo del “Cacique” fue muy fuerte dentro del vestuario y durante los tres años y medio que estuvo en la T generó un vínculo con muchos jugadores que no procesaron de la mejor manera la salida del entrenador.
El desplante de Komar abandonando la pretemporada, la insistencia de Tenaglia para salir de Córdoba y los pedidos de Enzo Diaz y varios referentes para cambiar de aire fueron síntomas de un vestuario revuelto.
Sin un liderazgo concreto, el vestuario se desacomoda. Sin alguien que marque el rumbo, los jugadores no siguen una pauta. Sin alguien que inspire, los futbolistas no saben a qué jugar.
En los seis partidos que Talleres jugó en este torneo, el equipo no fue ni la sombra del que brilló el año pasado.
Pese a que llegaron más de diez jugadores, la base sigue siendo casi la misma. Solo se fueron un par de titulares. Sin embargo, en la cancha se ve un equipo sin alma, sin ideas, sin sentido.
Queda poco tiempo y los errores no pueden repetirse. La dirigencia, con su presidente Andres Fassi a la cabeza, tiene que aprender de sus errores y patear el tablero.
Los pergaminos y el sentido de pertenencia a Talleres no fueron suficientes para tapar el vacío que dejó Medina. La dirigencia deberá encontrar a alguien que pueda poner orden y sepa cómo llegar a los jugadores. El tiempo dirá si Talleres aprende del error o si hace una nueva apuesta.