Argentina se colocó en posición de dar un salto hacia la apertura de la economía eliminando todas las desregulaciones, que casi no tiene antecedentes en el mundo.
Por cierto, existen países con economías abiertas y desreguladas como será la de Argentina, si Javier Milei logra imponer completamente el aluvión de reformas que planteó en su voluminoso Decreto de Necesidad de Urgencia (DNU). Singapur es considerada la economía más abierta y desregulada del mundo y sus resultados en materia de desarrollo fueron sorprendentes, aunque por tratarse de un país insular que se parece más a una ciudad-estado, con menos de 6 millones de habitantes, su caso no puede compararse con la de la mayoría de los países del mundo.
Otra apertura económica con resultados formidables fue la de Nueva Zelanda. Ese país insular llevaba décadas con la economía funcionando bien gracias a sus exportaciones casi exclusivamente al Reino Unido, pero cuando los británicos ingresaron a la Comunidad Económica Europea en 1973 tomando las reglas europeas de importación, sus ventas de leche y otros productos de producción agropecuaria cayeron. Por eso los neozelandeses se vieron obligados a diversificar sus productos de exportación y los clientes en el exterior.
Eso hizo que Nueva Zelanda pasara de una economía basada en la producción rural a una economía industrial. Y en 1984 comenzó el proceso de apertura y desregulación de la economía que, tras superar agudas recesiones, se estabilizó en un crecimiento vigoroso.
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Si bien el neozelandés fue un proceso acelerado, también fue paulatino, con reformas que comenzó a aplicar el ministro Robert Douglas, durante un gobierno del Partido Laborista (de centroizquierda), y completó su sucesora en el cargo, Ruth Richardson, durante un gobierno de la otra gran fuerza política: el Partido Nacional (conservador).
La diferencia con el caso argentino es que Milei puso todo en un solo paquete, apuntando a abrir totalmente y desregular completamente la economía de manera fulminante.
El modelo que ha puesto en marcha el actual presidente también tiene diferencias con el irlandés. En 1987 Irlanda inició un programa de desregulación y apertura, pero esas reformas fueron negociadas y consensuadas entre el gobierno, los empresarios y los sindicatos. Por eso al proceso económico que modernizó y fortaleció la economía de Irlanda se lo denominó Social Partnership Agreement (Acuerdo de Colaboración Social).
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La consigna de los irlandeses en su programa de reformas era “dolores a corto plazo para beneficios en el largo plazo”. No obstante, esos dolores sociales fueron suaves en comparación con los que produjeron algunas aperturas económicas aplicadas de golpe y sin consensos ni anestesias en América Latina.
Por la forma en la que es aplicada, o sea sin consensos y a modo de shock, la apertura de la economía que impulsa el gobierno de Milei podría parecerse a la que aplicó el general Videla con Martínez de Hoz y a la que diseñó el economista Hernán Büchi y aplicó Pinochet. Por cierto, con la galáctica diferencia de que Milei llegó al cargo en elecciones libres, mientras que Videla y Pinochet dieron golpes de Estado y encabezaron dictaduras.
Aún así, la legalidad y legitimidad que indudablemente tiene el gobierno de Milei no implica que todos sus actos sean necesariamente legales y legítimos. Fujimori encabezó un gobierno legal y legítimo pero no fue una cosa ni la otra cerrar el Congreso de Perú, ni aplicar una guerra sucia con asesinatos y torturas ni ordenar una esterilización forzosa de miles de mujeres indígenas.