¿Por qué sería esperanzadora una propuesta de paz que no ha generado entusiasmo visible en ninguno de los involucrados directa e indirectamente en el conflicto? Precisamente por eso.
Todas las partes sienten que deben sacrificar objetivos propios si aceptan el plan de doce puntos que presentó China. Al mismo tiempo, todas las partes obtienen otros objetivos que se proponían alcanzar.
El plan de paz presentado por el gobierno de Xi Jinping tiene zonas nebulosas y confusas. Pero está claro que va más allá de la guerra ruso-ucraniana para alcanzar el rango de regla global de convivencia entre bloques y potencias.
En lo que a Ucrania y Rusia se refiere, lo relevante del plan chino de pacificación está en los puntos uno y dos. El primero establece el respeto a la soberanía y la integridad territorial, lo cual implica (y lo plantea expresamente) la vigencia de las fronteras de Ucrania.
El segundo punto establece que los bloques militares deben cesar su expansión y fortalecimiento, lo cual implica (y está también planteado expresamente) que la OTAN debe dejar de ampliarse incorporando países que rodean a Rusia.
De tal modo, de aplicarse con acuerdo de todas las partes el plan chino, Rusia tiene que renunciar a los territorios invadidos y retirarse totalmente de Ucrania, mientras que Ucrania debe renunciar a su pretensión de incorporarse a la OTAN y las potencias occidentales deben renunciar a la ampliación y el fortalecimiento de la alianza atlántica.
Si todas las partes aceptaran la regla que propone Beijing ¿cuál de ellas perdería menos?
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La respuesta es: Ucrania. ¿Por qué? Porque recuperaría la totalidad de su territorio y vería replegarse hacia Rusia al ejército invasor.
Por esa meta están combatiendo sus soldados. Sería una victoria ucraniana. Al fin de cuentas, el plan chino le impone renunciar a algo que nunca tuvo, la membrecía en la OTAN, y que en este año de guerra descubrió que no necesita, porque su ejército y su pueblo están demostrando que saben defenderse y porque ante posibles futuras agresiones las potencias de Occidente volverían a suministrarle los armamentos que necesita para confrontar de igual a igual con una superpotencia militar en el campo de batalla.
Si el plan que propone Xi Jinping se aplica en su totalidad, el mayor derrotado sería Vladimir Putin, porque tendría que renunciar a los territorios que invadió y a la visión geopolítica e histórica sobre Rusia que sostiene y enarbola como rasgo principal de su liderazgo.
Aceptar eso no puede ser otra que una derrota para quien decidió invadir otro país que no había atacado al suyo, causando una guerra catastrófica con miles de muertos, destrucción, ola de refugiados y efectos negativos en la distribución de alimentos y en la economía del mundo entero. Nadie que comete semejante catástrofe humanitaria y sale sin haber expandido el territorio de su país, puede considerarse otra cosa que no sea un derrotado.
De todos modos, entre los puntos ambiguos del plan chino está no dejar claro si la exigencia de respetar las fronteras de Ucrania se refiere a las de antes del 2014, o se refiere a las fronteras que existían en el momento inmediato anterior al comienzo de la guerra, cuando Crimea llevaba siete años en manos rusas y Donetsk y Lugansk ya se habían proclamado estados independientes.
Lo segundo podría ser un poco más tentador para Vladimir Putin, pero no podría ser aceptado por el gobierno ucraniano sin sentirlo como una derrota para Ucrania y para la OTAN.
En caso de dejar claro el gobierno chino que se refiere a las fronteras ucranianas anteriores a la ocupación de la península sobre el Mar Negro y de la proclamada independencia de las repúblicas separatistas del Este, debería también reclamar a Rusia el compromiso de no interferir más en la vida interna de las repúblicas vecinas, como lo hizo abiertamente en Georgia, en Kazajstán, en Moldavia y también en Ucrania, donde habría hecho envenenar al líder anti-ruso Viktor Yushchenko con dioxina, luego impulsó el fraude que detonó la Revolución Naranja y después obligó al presidente Viktor Yanukovich a no implementar los acuerdos de asociación económica con la Unión Europea, además de haber inflamado el independentismo en el Donbas.
Si realmente Moscú desiste de manejar como títeres los gobiernos de las ex repúblicas soviéticas, entonces esos países dejarán de golpear las puertas de la OTAN. Y, a su vez, la alianza atlántica ya no tendrá excusas para expandirse por los alrededores de Rusia.
El plan chino ha sido planteado con los contornos borrosos. Habrá que ver si se convierte en agenda de los países involucrados en el conflictos y si, en el proceso de aceptación de las partes, esos contornos difusos se van volviendo nítidos, definibles y posibles de implementar.