Una chica de 35 años llega al Orfeo junto a su novio de la misma edad, ambos sin patologías previas. Minutos después, un muchacho de 37 años admite ser sano y no trabajar en ninguna de las actividades definidas por el Estado como "esenciales". Enseguida aparece en el mismo predio, reconvertido en vacunatorio, un joven de 26 que tampoco tiene comorbilidades y que hace home office.
La muy demorada campaña de vacunación argentina tuvo en Córdoba un capítulo desconcertante: el desfile de una multitud de inoculados que no cumplen con ninguno de los criterios que en teoría prevalecerían para la convocatoria.
Las autoridades provinciales ensayan una explicación: es gente que mintió al llenar el formulario de inscripción en el CiDi y declaró comorbilidades que ahora, frente a las cámaras, no admite. Cuesta creer que haya tantos casos así.
Para evitar esta irregularidad de aquí en más, el sistema para acceder a las vacunas en Córdoba exige desde hace menos de una semana que los ciudadanos que se anotan declarando alguna de las enfermedades de riesgo adjunten un certificado médico. Según los responsables del programa de vacunación cordobés, así se cerraría la grieta por la que se filtraron tantos jóvenes que consiguieron su vacuna antes de tiempo.
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No habría nuevos turnos sin un chequeo del comprobante de salud. La validación de su condición de grupo de riesgo incluiría a quienes se inscribieron tiempo atrás y aún no fueron convocados. De cualquier manera, suponiendo que ahora la falla efectivamente esté arreglada, prevalece la duda: ¿Cuánta gente se "adelantó" en la fila por esta fragilidad del sistema implementado en Córdoba? No hay precisiones oficiales. ¿Para la aplicación de la segunda dosis se corregirá esta falla? Misterio a develar en unos meses.
Tampoco queda claro a quién prioriza el sistema hoy. ¿A alguien de 57 años sin patologías previas, a una chica de 23 que declaró dos comorbilidades o a una persona con discapacidad de 41? ¿El sistema tiene en cuenta a quienes se anotaron por desempeñarse en algunas de las tareas consideradas "esenciales"? ¿La fecha de inscripción tiene alguna incidencia en el orden de la convocatoria? ¿Cómo pondera todos estos datos el programa informático usado por la Provincia? ¿Qué lógica explica que haya jóvenes de menos de 30 años que trabajan desde sus hogares que ya estén vacunados y que aún no haya recibido su turno el intendente de una ciudad de la magnitud de Córdoba, que tiene 48 años, es hipertenso y que, por su función, se relaciona con decenas de personas diferentes a diario? (La actitud de Martín Llaryora de no reclamar antes que se lo inmunizara merecería un debate aparte, dada la alta responsabilidad de su cargo).
En definitiva, hay demasiados interrogantes abiertos para una política tan delicada como la de la vacunación. Sobre todo ahora que el propio gobernador llamó a toda la población adulta a inscribirse.
En nuestra provincia no hubo escenas de militantes veinteañeros posando con los dedos en V, recién inoculados, cuando aún no se había completado la inmunización de los mayores de 80 años. Ni llegamos al repudiable uso de locales partidarios como centros de vacunación. Además, las dosis distribuidas por el Estado nacional fueron aplicadas acá con bastante agilidad.
Las dudas emergen ahora en torno a un sistema informático que no se entiende cómo funciona, que aplica criterios que escapan a toda lógica y que ofreció flancos muy débiles para que le ganen la partida en su única misión: administrar criteriosamente las escasas vacunas conseguidas con desesperante demora por el Estado argentino.