En la balanza deportiva, el saldo de nuestros equipos es muy negativo: Belgrano y Racing descendieron de categoría, Talleres no cumplió ninguno de sus objetivos, e Instituto y Sportivo Belgrano deambularon en mitad de tabla para abajo. Estudiantes de Río Cuarto fue la honrosa excepción. Ganó el Federal A de punta a punta y ascendió a la B Nacional. Sin embargo, la alegría duró muy poco.
El escándalo explotó apenas tres días después del ascenso a la B Nacional con una noticia que vino desde adentro del plantel de Estudiantes. Se filtró un audio donde el jugador Juan Tejera reconoce que el ascenso estaba arreglado. Señaló un favor que le debían al club y apuntó a los árbitros por favorecerlos en cada partido.
El caso es muy grave y es otra mancha en un cada vez más maltratado fútbol argentino. A las pocas horas, el jugador salió a desmentirse y se limitó a aclarar que fue un malentendido. Solo dijo que habló “en caliente” y que mintió porque no tenía lugar entre los titulares.
Desde el club emitieron un tibio comunicado desmintiendo las acusaciones y llevando tranquilidad a los hinchas. Hablaron el presidente y el entrenador de Estudiantes, pero lejos de condenar los dichos del jugador, le restaron importancia y dijeron que nada debía opacar el ascenso.
En un fútbol serio, si el país fuese serio, esto no debería pasar desapercibido. La AFA, la Liga Cordobesa y el Colegio de Árbitros miran para otro lado y todavía no hablaron al respecto. Al menos deberían impulsar una investigación para saber qué pasó. Lo ideal sería que la Justicia también se ocupe, pero ya sería demasiado pedir.
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Con el correr de los días los dichos del jugador quedarán en una anécdota y formará parte de la interminable lista de casos o sospechas de corrupción en nuestro país. Después de todo, el fútbol es un fiel reflejo de la sociedad donde vivimos.