Se va el último de los ministros de Alberto Fernández. O sea, el último de los ministros que reconocía a Alberto Fernández como jefe.
El presidente dijo el miércoles que la economía no paraba de crecer y el sábado renuncia el ministro del área. Hasta los suyos lo desautorizan y vacían de a poquito de liderazgo y poder.
Para darle más valor simbólico a su portazo, Martín Guzmán eligió publicar la carta de renuncia en el mismo momento en que la vicepresidenta Cristina Fernández trataba como un chepibe a su presidente.
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Aquella duda que se planteó el 14 de mayo de 2019, cuando Cristina anunció que sería candidata a vice de Alberto, respecto a cómo funciona en un país presidencialista que la líder sea la 2 y el 1 un operador sin ningún cargo ejecutivo electivo en su haber, hoy se está respondiendo con unos tremendos de dramatismo, con un país hundido en una crisis económica, social y política, cuyo agravamiento sigue siendo difícil de dimensionar.
Cristina le hizo echar con cartas, tuits y discursos a lo poco que Alberto había llevado al gobierno. A su socia y amiga, Marcela Losardo que era ministra de Justicia; a su fiel escudero, el vocero Juan Pablo Biondi; su niño mimado, Santiago Cafiero como jefe de Gabinete. Y la lista sigue con una serie de funcionarios que respondían al presidente y entraron en colisión con la vice o con los suyos.
A Matías Kulfas le hizo sacar la roja en público dándole la famosa lapicera.
Ya hacía rato iba por Guzmán, a quien Cristina hizo lo posible y lo imposible por vaciarlo de poder y de márgenes de maniobra después de que se sintió traicionada por el acuerdo con el Fondo.
Hasta entonces, el ministro de Economía saliente iba periódicamente al departamento de Cristina en Recoleta a explicarle como iban las cosas.
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La vicepresidente lanzó un fuerte operativo contra Guzmán. Hizo que los funcionarios de segunda línea que se reportan a ella lo desobedecieran (el caso más claro son los subsidios a los servicios públicos), le pegó para que tenga y guarde en cuanta exposición tuvo, los suyos amplificaron a coro esos dichos, se reunió con referentes de distintas orientaciones para pedirle datos y pareceres sobre la marcha de la economía.
Mientras, Alberto intentaba que Guzmán no se le fuera porque ya no le quedaba más nadie sin entregar.
En el horno
Guzmán no sólo se fue si no que le dijo en público: “Considero que será primordial que trabaje en un acuerdo político dentro de la coalición gobernante para que quien me reemplace, que tendrá por delante esta alta responsabilidad, cuente con el manejo centralizado de los instrumentos de política macroeconómica necesarios para consolidar los avances descritos y hacer frente a los desafíos por delante”.
Traducido: pone al que te diga Cristina, sino estás en el horno.
Tal vez llegue tarde la advertencia del discípulo Joseph Stiglitz.
Alberto ya no tiene a más nadie por entregarle a la jefa. Salvo su propia cabeza.