Un seis de julio, un nene siguió las líneas de sombras que daban los edificios y cruzó, en plena siesta de sol tibio, la avenida Chacabuco montado en su triciclo.
Le dio dos vueltas a la plaza España en sentido horario (al revés que el resto de los cordobeses):
A las pizzas del Mercado Norte les apareció el queso debajo de la salsa, a la Plaza de la Intendencia le creció el pasto y nunca nadie más se perdió en las calles del Marqués.
Las escaleras del Obispo Mercadillo llevaron a alguna parte y al final de un camino apareció, por fin, un lugar llamado 60 cuadras.
Un remisero se tomó un taxi o viceversa.
A las tipas de la Cañada le quedó una cabellera rubia de primavera y la pelada se compró peluca.
A la gente aburrida, la bajada de la Martín García le hizo cosquillas como cuando uno la agarra bien al palo.
El Tropezón no fue caída.
Y la Pucará se hizo subida.
La achicoria que sembraron los presos saltó las rejas de la cárcel de San Martín y se fue a poner un cinturón verde.
Los bares volvieron a servir un medio con soda y todos tuvimos un retrato de los caricaturistas que escuchan todo el día la música de disquerías Edén.
Los hombres en las caricaturas teníamos la cara de Piñón Fijo sin maquillaje y ellas, nuestra cara más linda con las facciones de la tonada.
Cada uno, en cada retrato, llevaba la sonrisa del nene que pedaleó la plaza España al revés de los autos una siesta de un seis de julio bajo un sol tibio de medio feriado.