Un rasgo que caracteriza a Gustavo Petro es su inteligencia. Desde muy joven se destacó por ser notablemente inteligente y ese rasgo le hará saber que su victoria se debe a un giro en la región y buena parte del mundo. Y ese giro no es a la izquierda, sino a la oposición.
La tendencia dominante en este tiempo es el voto contra los oficialismos. Los gobiernos, de izquierdas o derechas, no están pudiendo conformar a sus poblaciones y son castigados en las urnas.
En Colombia la mujer ya había llegado a la vicepresidencia con Marta Ramírez Blanco, la actual vicepresidenta, pero CON Francia Márquez llega a ese cargo a la primera persona afro-descendiente. Petro y Márquez expresan un reformismo de corte ecologista, tomando el riesgo de proponer el fin de la economía extractivista en un país petrolero, para “desarrollar un capitalismo” con eje en el agro y la industrialización.
Colombia dio una vuelta de página. Los principales interrogantes que plantea la nueva etapa son: ¿cómo actuará el conservadurismo duro que siempre ha controlado el poder, frente al primer gobierno izquierdista del país? y ¿cuál será el rumbo que dará Petro a su gestión?
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Sectores del conservadurismo ligado a hacendados latifundistas han recurrido a la violencia contra la izquierda, haciendo asesinar a candidatos izquierdistas que cobraban fuerza en la antesala de elecciones presidenciales. El magnicidio de Jorge Eliéser Gaitán en 1948 hizo detonar el “bogotazo” y llevó a las dirigencias campesinas del Partido Liberal a tomar las armas, iniciando más de medio siglo de guerrillas. Y hubo más candidatos izquierdistas asesinados. Jaime Pardo Leal en 1987 y Bernardo Jaramillo en 1990, el mismo año en que también fue asesinado Carlos Pizarro Leongómez, ex comandante del M-19 postulado a la presidencia por el partido que creo esa insurgencia al desmovilizarse: la Alianza Democrática M-19.
Suman muchos cientos los ex guerrilleros asesinados tras abandonar la lucha armada en procesos de paz. Por eso muchos se preguntan en Colombia si los sectores ultraconservadores que se valieron de sicarios y de paramilitares para asesinar líderes de izquierda y guerrilleros que dejaron las armas, seguirán apostando a la violencia criminal o depondrán la violencia como modum operandi.
La otra pregunta inquietante tiene que ver con el rumbo que dará Petro a su gobierno. Algunos dirigentes y formadores de opinión temen que se acerque al eje Caracas-Managua-La Habana y que implemente un populismo de izquierda radical. Pero su gestión como alcalde de Bogotá y como senador nacional lo que muestran es un pragmatismo que descree de los ideologismos.
Aunque su fundador y máximo comandante, Jaime Bateman, se formó en el Partido Comunista, el M-19 fue una guerrilla que no proponía un modelo colectivista de planificación centralizada, como aspiraban a construir las otras insurgencias (FARC, ELN y EPL), sino un socialismo que no erradique la propiedad privada y construya una democracia pluralista y participativa.
Aquella insurgencia había surgido como reacción al fraude con que el establishment político impuso a Misael Pastrana Borrero en la elección presidencial del 1970 que había ganado Gustavo Rojas Pinilla, el general que derrocó en la década del 50 al ultraconservador Laureano Gómez y presidió una dictadura con modelo económico de perfil desarrollista.
Si bien protagonizó acciones violentas, como la toma del Palacio de Justicia en 1985, el M-19 mostró desde el inicio la intención de alcanzar un acuerdo de paz. Y cuando lo consiguió, el partido que creó, la Alianza Democrática M-19, logró un resultado notable en la elección de constituyentes. De sus filas salió el presidente de la asamblea que creó la nueva carta magna, Antonio Navarro Wolff, quien luego fue gobernador del estado de Nariño y ministro de Salud del gobierno centrista de César Gaviria.
Si bien intentará poner fin a las tensiones entre Bogotá y Caracas, es difícil imaginar a Gustavo Petro alineando su gobierno con Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Su plan es un reformismo de carácter socialdemócrata y perfil ambientalista. Pero la etapa que ha comenzado en Colombia no sólo depende de Petro. Al nuevo gobierno lo definirá también el tipo de oposición que decida hacer el establishment político que por primera vez quedó afuera del poder.