Las imágenes daban la vuelta al mundo en tiempo récord. La transmisión en vivo de la toma de un canal de televisión, con camarógrafos, sonidistas y productores en el piso, pateados y zamarreados por los encapuchados armados. El conductor, con un rifle sobre la nuca, pidiendo en cámara a la policía que no ingrese a las instalaciones del canal. Las imágenes mostraban un país en manos de las narco-mafias.
Lo que estaba viendo el mundo es el poderío que alcanzó el narcotráfico en Ecuador. En un puñado de horas, las mafias se mostraron en toda su magnitud. Ni bien trascendió que el gobierno había ordenado la militarización de las cárceles, que son incubadoras de esas mafias y también sus cuarteles generales, Adolfo Macías, el capo de la banda Los Choneros, extensión ecuatoriana del Cartel de Sinaloa, se escapó de la cárcel donde se encontraba. Poco después, huyó de la prisión de Riobamba Fabricio Colón Pico, el jefe de Los Lobos, otra poderosa banda narco. Y como broche de oro, llegó la transmisión en vivo de los sicarios pateando camarógrafos y encañonando periodistas en el canal TC.
¿Por qué ocurrió lo que ocurrió? Porque el poderío narco le respondió con una demostración de fuerza al presidente Daniel Noboa, quien acababa de declarar la guerra a las mafias narcotraficantes ordenando al ejército asumir el control de las prisiones y anunciando su intención de crear cárceles flotantes, para que los narcos estén presos en alta mar y no puedan, como ahora, hacer de sus prisiones verdaderos centros de operación.
Tras la fuga de Macías y Colón Pico, Noboa estableció el estado de excepción. Ecuador entró en el oscuro túnel que empezó a recorrer Colombia en la década del ‘90 y México en el 2006.
Colombia sigue siendo estando plagado de bandas narcotraficantes pero ya no es el país de los carteles más poderosos del mundo, el de Cali y el de Medellín. Ya no hay capos de la envergadura de Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez Orejuela. Ese fenómeno se trasladó a México, donde engendró jefes narcos como Héctor Beltrán Leyva, Amado Carrillo Fuentes, los hermanos Arellano Félix y Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Ahora, las señales de país convertido en territorio dominado por el narcotráfico salen de Ecuador.
Chapo Guzmán, ex líder del Cartel de Sinaloa, cobró celebridad mundial con dos espectaculares fugas, en 2001 fugó de la cárcel de Jalisco en un carro de ropa sucia y en el 2014 de la cárcel El Altiplano, prisión de máxima seguridad de la que huyó a través de un túnel de kilómetro y medio.
Ahora es Adolfo Macías, alias Fito, jefe de Los Choneros, quien sumó su segunda gran fuga. Nadie sabe cómo pudo desaparecer de su celda ese líder narco con aspecto de robusto náufrago.
A renglón seguido escapó de la cárcel de Riobamba Fabricio Colón Pico, jefe de la banda Los Lobos. Y que ambos pudieran huir cuando quisieron demuestra que a las prisiones ecuatorianas las controlan las mafias narcos, razón por la que Noboa quería ponerlas bajo control militar y convertir buques en cárceles pare tener a los narcos en el mar, sin conexión posible con sus bandas y ejércitos de sicarios.
La primera gran demostración del poderío narco en Ecuador fue el asesinato de Fernando Villavicencio, principal enemigo de las mafias desde el periodismo y desde la política. Lo acribillaron en plena campaña electoral para los comicios que terminaron convirtiendo en presidente a Daniel Noboa.
Villavicencio fue el equivalente ecuatoriano de Rodrigo Lara Bonilla, el ministro de Justicia colombiano que acusó de narcotraficante a Pablo Escobar y fue asesinado en 1984 por los sicarios del Cártel de Medellín dando comienzo a una guerra que hizo correr ríos de sangre.
No fue el último magnicidio. A Luis Carlos Galán, candidato del partido Nuevo Liberalismo que prometía en su campaña destruir los carteles colombianos, lo mataron en un acto proselitista que encabezaba en Cundinamarca.
Más tarde, ríos de sangre mediante, llegó la fuga de Escobar de La Catedral, el penal que había hecho construir para entregarse en un acuerdo con el gobierno de César Gaviria, a cambio de que se revocara el acuerdo de extradición con Estados Unidos.
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Magnicidios y fugas fueron las señales del poder alcanzado por la gangrena narco en Colombia en la década del ’90, aunque, por cierto, aún sigue siendo un problema gravísimo en ese país.
Ahora un magnicidio y las fugas de Adolfo Macías y Colón Pico exhiben, junto con la transmisión televisiva del copamiento narco de un canal, la gravedad de la situación en Ecuador, que avanza velozmente hacía convertirse en el país más violento de Sudamérica.
El joven y flamante presidente Daniel Noboa, tiene poco apoyo parlamentario, donde hasta ahora lo apoya la bancada que responde a Rafael Correa. A esa debilidad se suma otra: tiene apenas un año y medio para lograr resultados en materia de seguridad, porque el mandato que conquistó en las urnas es para completar el periodo del renunciante Guillermo Lasso. En esa situación tan frágil, vencer las bandas que hicieron semejantes demostraciones de poder, parece una tarea imposible.