Aunque en Córdoba estemos disfrutando de una ola de recuperación de varias libertades elementales, todavía es mucho lo que está pendiente para terminar con esta pesadilla distópica en la que se convirtió hace casi nueve meses nuestra realidad cotidiana.
El turismo dentro de la provincia y los cruelmente demorados reencuentros de personas que viven a 50 o 200 kilómetros de distancia pueden hacerse sin un permiso especial previo gracias al aparatoso fracaso del "Certificado Verano" que se impuso a nivel nacional. Pero esta desovietización de los paseos surgió a último momento, de manera inesperada.
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El plan de las autoridades provinciales era exigir que cada ciudadano tramitara este nuevo permiso para poder exhibirlo en los controles policiales. El mismo viernes de la apertura del turismo interprovincial, cuando se hizo evidente que el trámite virtual diseñado por la Nación no se podía completar, se improvisó esta nueva flexibilización burocrática. El "Certificado Verano", que incluirá un mensaje del gobierno anunciando "podés salir de vacaciones", se exigiría acá a partir de enero.
En rigor, Córdoba está entre los distritos que menos requisitos demandan a los viajeros. Otras provincias insisten con nuevos chequeos y solicitudes extra para autorizar el ingreso a su territorio. En ese sentido, se mantiene el perfil relativamente más aperturista que exhibió en muchos rubros la gestión de Schiaretti durante la emergencia sanitaria.
El sesgo autoritario de la cuarentena argentina, cargada de restricciones absurdas, es algo que algunos advertíamos desde el inicio, cuando las encuestas mostraban un abrumador apoyo a los múltiples castigos establecidos oficialmente. Durante meses se consintieron sanciones de multa y arresto a quienes osaran salir de su casa a dar una vuelta a la manzana. Los aficionados al trote fueron declarados enemigos públicos.
La etapa del autoritarismo más brutal que se haya practicado en la Argentina desde el regreso de la democracia parece haber quedado atrás, pero conviene seguir denunciándolo. Para que ningún posible rebrote del Covid-19 habilite al Estado a arrasar con las libertades como ocurrió en este siniestro 2020.