Argentina jugó como hacía tiempo no se veia. Jugó mal. Feo. Lo más importante fue el punto de un empate que nos salvó del papelón.
Eso es lo lindo del fútbol: un equipo que esta último en las Eliminatorias y había perdido seis de siete partidos, casi le gana al mejor del mundo (al menos eso dice el polémico ranking FIFA). Pero sin Messi estamos demasiado lejos de merecer ese título.
El partido era una gran oportunidad para el resto de los jugadores de demostrar que podían jugar sin depender del mejor del mundo. Todos son grandes jugadores y la mayoría se destaca en sus clubes. Esperábamos ver cómo resolvían la ausencia de Messi y qué sociedades podían surgir dentro de la cancha. Pero nada de eso pasó. Tras el empate quedó demostrado con creces que el 10 es indispensable para soñar con y en el mundial de Rusia.
Reprocharle a Bauza un mejor juego todavía no es justo. Esta en etapa de experimentación, sin los mejores jugadores y buscando consolidación. Hay mucho que mejorar y seguramente el Patón ya tomó nota.
Pero no era el momento del DT, era el momento de los históricos para sacar el equipo adelante. Ángel Di Maria muestra una involución en su juego que, al menos, llama la atención. A pesar de su experiencia, cada vez corre más y piensa menos. Mascherano cumplió por momentos en la mitad de la cancha y Rojo se mostró falto de futbol y cometió dos errores en la misma jugada, la del primer gol de Venezuela. Romero siguió demostrando las fallas de un arquero que pasa el año a su club desde el banco de suplentes.
Argentina tuvo temperamento, eso es lo positivo. Pero le faltó lo más importante: le faltó funcionamiento, le faltó Messi.