Las marchas opositoras al Gobierno Nacional del sábado, convocadas esta vez con el vacunagate como eje, dejaron varias imágenes impactantes. El presidente Alberto Fernández y sus simpatizantes salieron a mostrar su presunto disgusto con una de ellas. Y callaron con indignidad ante la escena que sí era necesario repudiar.
Desde su cuenta de Twitter, el mandatario decidió pronunciarse sobre la intervención que un grupo de manifestantes hizo frente a la Casa Rosada. Opinable, discutible, la instalación de bolsas mortuorias con leyendas que aludían al escándalo de la vacunación VIP se inscribe en una larga tradición en manifestaciones políticas y sociales de todo tipo. Interpretarlas como un mensaje intimidatorio o reivindicatorio de la última dictadura militar es un despropósito.
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El hecho que demandaba un claro y contundente mensaje de repudio era la agresión de una patota gremial que comulga con el oficialismo K a los manifestantes congregados frente a la Quinta de Olivos. Los agredidos eran, en su mayoría, señoras y señores de edad avanzada.
Que la cuenta oficial de Twitter del Presidente haya obviado esta violencia real para centrarse en una supuesta violencia simbólica, que en rigor no era tal, es otra frustración. La enésima oportunidad desaprovechada por Alberto Fernández de cumplir con su promesa de ser el Presidente que se pone por encima de la grieta.