La actitud es discriminatoria y homofóbica. Es falso creer que la bandera del orgullo no sea una cuestión de representación nacional. Más falso es aún instalar un debate sobre bandera patria versus bandera de la diversidad.
La Municipalidad de Córdoba tuvo un importante gesto simbólico y político. Lo hizo el Gobierno de Córdoba también y se puede ver la bandera del orgullo en el Centro Cívico y en la Legislatura provincial.
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A decir verdad no es un gesto novedoso. En la mayoría de los países del mundo la bandera del orgullo tiene lugares destacados para la visibilidad pública. Lo mismo pasa en distintas provincias argentinas.
Es que el 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBT. Un 28 de junio de 1969, en la ciudad de Nueva York, un grupo de travestis, lesbianas y gays resistieron con piedras y botellazos una razzia de la policía a un pub llamado Stonewall Inn.
Lo qué pasó en Córdoba no es un problema de bandera. Es un problema más de fondo. Suena increíble que en nombre de los ex combatientes de Malvinas un grupo de personas se haya sentido ofendido.
La bandera de la diversidad es un símbolo que debería representarnos a todos. No solo a la comunidad LGBT. Habla del respeto a la libertad, del poder vivir libremente y de la igualdad más allá de las orientaciones sexuales y la identidad de género. Sin exclusión.
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En nuestro país y en el mundo aún falta mucho por hacer. El miedo por lo diferente y el desprecio sigue matando, haciendo daño, estereotipando y haciendo sufrir.
Por eso, es necesario de decirle basta de homofobia. Una bandera no es excluyente a otra.
Y no es cuestión de suerte que hoy en 2020 haya muchos avances. Es cuestión de luchas anteriores. El camino a elegir es quedarnos con el respeto, porque la bandera del Orgullo debería ser también la bandera de todos.