1935. En el mismo año que moría Carlos Gardel, nacía una niña, en Tucumán, que, con el tiempo, como una heredera del zorzal criollo, puso a su voz y al cancionero latinoamericano en el pentagrama del mundo.
Pero nada fue fácil para Mercedes Sosa. Hace 80 años llegaba al mundo en un hogar donde no había ni juguetes, ni padres cantantes, ni mucho menos una familia que fomentar el arte.
Hay una anécdota que retrata sus primeros años: cuando eran niños con su hermano Chichí en la noche de reyes siempre dejaban pasto y agua para los camellos, como cualquier niño. Pero una noche se descargó un aguacero de esos que meten miedo y todo se inundó. “Todos estábamos angustiados por el agua; todos, menos mi papá, que nos juntó y nos dijo sonriente que los Reyes no vendrían por culpa de la tormenta. Él estaba sin trabajo. Así era nuestra casa: mi mamá, muy sabia, resucitando ropas viejas que le regalaban donde lavaba y planchaba, nos hacía relucir. Realmente éramos muy pobres, pero vivimos aquello sin angustia. De todo nos faltó, pero no lo sentimos, porque nos sobró amor”, contó en una entrevista para el diario La Nación en 2006.
¿Cómo llega una niña del interior del país y de familia pobre a transformarse en la Voz de América? ¿Destino escrito? ¿Casualidades o causalidades? ¿Mentores visionarios?
Su debut, fue en su escuela, a los 15 años, cantando al frente de todos el Himno Nacional. Ese mismo día participa de un concurso de canto en LV12. Por temor a que se enterara su papá se hizo llamar Gladys Osorio. Cantó “Triste estoy”, de Margarita Palacios. Cuando terminó, el dueño de la radio le dijo: "El concurso concluyó y lo ganaste vos". Y siguió cantando en la radio. Hasta que un día su papá la descubre y la llama y le dice: "¿Le parece bonito eso de andar metiéndose en la radio? ¿Eso es lo que hace una señorita criada para ser decente? ¿Tengo que felicitarla?”.
Y así empezó su historia. Después llegaría a generosidad de Jorge Cafrune que la presentó en 1965 en el festival de Cosquín, en contra de la comisión que no quería saber nada con una desconocida Mercedes Sosa. La “fama” se la daría este festival. La “gloria”, su público. Ese que hoy la recuerda. Ese que hoy, la extraña.