Un muchacho de 29 años, dueño de un taller mecánico en barrio Las Flores, no encuentra consuelo cuando en la mañana del martes, al momento de abrir el local, advierte que le robaron casi todas las herramientas y entonces decide expresar su impotencia.
"Me rompí el alma y no tengo más nada. Me cansé de trabajar para tener lo que tengo y cumplir un sueño", sentencia y de inmediato rompe en un desconsolado llanto ante la cámara de El Doce.
Una semana antes, en barrio Cofico, los delincuentes con una logística de película habían cortado la alimentación eléctrica de la alarma de un local de insumos informáticos y se llevaban la jugosa suma de 9 millones de pesos en equipos de última generación.
En el primer caso, la viralización de la noticia alcanzó dimensión nacional y, según Damián (el propietario del taller), al caer la tarde de ese mismo día recibió tanto apoyo económico que pudo igualar y hasta superar el monto de lo sustraído. En la segunda historia ocurrió algo parecido. Los creadores de la Pyme familiar desarrollaron una aplicación en internet y la ayuda material les permitió volver a abrir el local y evitar despedir a sus 15 empleados.
Dice Ernesto Sábato en su libro La Resistencia que "toda desgracia tiene su fruto si el hombre es capaz de soportar el infortunio con grandeza, sin claudicar a sus valores". Si algo es indiscutible en nuestra sociedad, es que pese a sumergirnos cada vez más al fondo del pantano, siempre aparece la mano solidaria dispuesta a salvarnos de la tempestad. Hasta acá lo digno para destacar.
Desamparo
Pero surge de manera inevitable la pregunta: ¿Y el Estado dónde está? El aparato policial emerge desorientado o hasta agotado para dar urgentes respuestas a la necesidad de seguridad. Y ni qué hablar del desempeño judicial. Ciertamente nos sentimos desamparados en una especie de "tierra de nadie".
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Suelen afirmar desde los movimientos y organizaciones sociales que la delincuencia es producto de la pobreza y la exclusión. Con ese razonamiento se podría inferir de manera errónea que el humilde es “chorro” y eso no es cierto. El delito y la corrupción de guantes blancos también generan una pandemia que desde años la vida democrática no pudo inmunizar.
En medio de una sociedad disgregada, difícilmente podamos hacer de los obstáculos nuevos caminos para renacer. Un expresidente supo afirmar que "Argentina está condenada al éxito". Pero si no logramos revertir la tendencia, la condena en realidad será al fracaso y la extinción.
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