Por la singularidad de los acontecimientos, Sri Lanka quedó en el centro de la atención mundial. Las imágenes de la multitud que invadió la residencia presidencial y puso en fuga al jefe de Estado, se repetía en televisión y redes sociales en todos los rincones del planeta.
No fue la primera vez que turbas multitudinarias asaltan la sede del poder para derrocar un gobernante. Lo novedoso del caso ocurrido en Sri Lanka es que esa marea humana que ingresó al palacio, al desocuparlo lo dejó intacto. La turba en rebelión no saqueó ni ensució ni rompió nada. Sólo algunos chapotearon en la piscina, pero cuando esa masa enardecida abandonó el palacio, ni siquiera había pintadas en las paredes de las habitaciones y salones.
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El presidente se escapó no sólo de la residencia invadida, sino también del país. Gotobaya Rajapaksa mandó su renuncia por mail desde Singapur, pareciéndose a Fujimori cuando mandó su renuncia desde Tokio tras huir de Perú, donde un fraude monumental había detonado la indignación general.
La fuga de Gotobaya Rajapaksa agregó otra insólita página a la historia de esa isla del Océano Indico a la que llaman “la lágrima de la India” porque eso parece en el mapamundi. Y las lágrimas son una constante en la historia del país.
Sri Lanka tuvo la primera mujer gobernante. Sirimavo Bandaranaike se convirtió en primer ministra antes que en Israel lo hiciera Golda Meir y en la India Indira Gandhi. Fue en 1960 cuando ganó la elección derramando lágrimas en todos los actos de la campaña electoral. Los diarios la llamaban “La viuda llorona” por los llantos que irrumpían en todos sus discursos públicos. Su marido, Solomon Bandaranaike, que había sido primer ministro en la década anterior, no llegó a cumplir su mandato porque fue asesinado por un monje budista.
Solomon Bandaranaike había fundado el Lanka Freedom Party como fuerza socialdemócrata interpuesta entre el marxismo y el conservadurismo que dividían la política. Pero cuando ese partido la postuló como candidata, su viuda hizo un frente electoral con los marxistas. Lo curioso fue que al año de asumir, se produjo una rebelión de los jóvenes marxistas para derrocarla y radicalizar el gobierno. Y la respuesta de la primer ministra fue una represión tan brutal y sanguinaria que implicó un genocidio, porque miles de jóvenes murieron fusilados, quemados vivos o torturados.
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Sirimavo Bandaranaike, además de haber sido la primera mujer gobernante en el mundo, fue quien le cambió el nombre a la antigua Ceilán, que pasó a llamarse Sri Lanka, y también batió récords de años en el cargo, además de consolidar a su familia como dinastía política cuando logró que su hija, Chandrika Kumaratunga, llegara también al cargo de primer ministra y alcanzara luego la presidencia.
La segunda dinastía política también tuvo que ver con una guerra sanguinaria. Mahinda Rajapaksa, hijo de un notable legislador, llegó al poder en la primera década de este siglo y nombró ministro de Defensa a su hermano menor. Desde ese ministerio, Gotabaya Rajapaksa dirigió la guerra total ordenada por su hermano mayor contra la guerrilla separatista Tigres de la Liberación Eelam Tamil.
Cuando Ceilán era una colonia británica, su té tenía fama mundial. En el norte de la isla, la tierra era la mejor para la siembra y los productores ingleses sostenían que los mejores plantadores y cosechadores de té no eran los cingaleses (la etnia mayoritaria y de religión budista), sino los campesinos del estado indio Tamil Nadu. Por eso alentaron la migración de tamiles a Ceilán, incrementando la población tamil en la península de Jafna, situada al norte de la isla.
Cuando Ceilán se independizó, junto con la India, en 1948, los tamiles (que profesan el hinduismo) ya eran la segunda etnia más numerosa, por detrás de los cingaleses. Y no pasó mucho tiempo para que, presionados por el nacionalismo budista cingalés, empezaran a girar hacia el independentismo con banderas hinduistas.
Fueron largas décadas de guerra que finalmente llegaron a su fin cuando los hermanos Rajapaksa lanzaron desde el poder la guerra de tierra arrasada que exterminó a la guerrilla tamil. Por eso, en elecciones posteriores, Gotabaya Rajapaksa pasó de ministro de Defensa a presidente y su hermano Mahinda de presidente a primer ministro. Pero el nuevo gobierno de ese clan familiar comenzó a desgastarse por circunstancias adversas y por errores propios.
Una metástasis de ISIS en la minoría musulmana generó atentados contra la minoría cristiana, dando el primer golpe al turismo, una de las turbinas económicas de la isla. La pandemia terminó de cerrar ese ingreso de divisas, situación que se agravó cuando el gobierno debilitó la otra gran turbina: la exportación de alimentos.
La prohibición de los agroquímicos fue letal para la producción agrícola. Sin turismo y sin exportación de alimentos, lo que creció fue la deuda externa contraída con China. Y la gota que llenó el vaso fue la guerra en Ucrania, porque cortó el ingreso de cereales, generando hambre en la población de Sri Lanka.
Esa situación produjo el estallido social que llevó la multitud a invadir el palacio presidencial para echar al presidente, haciendo que la mirada del mundo cayera sobre “la lágrima de la India”.