El fiscal Julio Rivero no sólo se fue de un grupo de WhatsApp. Lo que hizo fue empezar a decretar en forma definitiva que el crimen de Nora Dalmasso será un ejemplo de impunidad para la historia judicial y política de Córdoba.
Lo de Rivero y su chat colectivo con colegas y excolegas en un servicio de mensajería podría haber sido un hecho anecdótico si no se lo enmarcase en este caso donde las instituciones han demostrado su falta de eficiencia, capacidad y voluntad para resolver la muerte violenta de una mujer.
Una anécdota casi del ámbito de lo privado que se transforma en patética cuando uno escucha las explicaciones de un funcionario judicial que se quejó por una falta de apoyo que nunca pidió y que, de haberla requerido, debió haber sido por otros carriles.
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Pero lo que está en juego no es la conversación entre los fiscales, que son los funcionarios públicos que representan a la ciudadanía en los casos penales, lo cual siempre debe ser tenido en cuenta a la hora de valorar delgadas líneas entre lo público y privado de su accionar. Lo que está en juego es que la Justicia ya le dijo a esa ciudadanía que nunca va a poder juzgar y condenar al asesino de Nora y que salió casi al voleo a buscar un encargado de ordenar el crimen.
Hay indicios para sospechar que el viudo Marcelo Macarrón mandó a matar a su esposa. Pero los indicios deben estar sustentados por elementos probatorios, que siguen ausentes en un juicio que se realiza a 15 años y medio de ocurridos los hechos.
Las audiencias orales llevan ya un mes en Río Cuarto y los que siguen con precisión cada una de las instancias coinciden en que no ha pasado casi nada, por lo cual al fiscal se le va a complicar sostener la acusación.
Conviene recordar que en estos juicios por jurado popular son los jueces legos (los ciudadanos comunes) los que tienen la mayoría para absolver o condenar pero que no pueden condenar si no hay un pedido de condena de la parte acusatoria.
Rivero ya había quejado de que no hay querellante particular, ya que a último momento la mamá de Nora desistió de ser parte del juicio por razones de salud. Tampoco sumó al fiscal de Instrucción que acusó a Macarrón, Luis Pizarro.
Todo mal
¿Acusaron a Macarrón sin pruebas contundentes como una maniobra para cerrar el caso, desvincular definitivamente al viudo y que todo quede en la nada? Es una posibilidad sobre la que se conjetura hace mucho tiempo en Río Cuarto.
Es un caso donde se hizo todo mal. Desde el minuto cero que encontraron el cuerpo sin vida de Nora. La mujer a la que mataron una y mil veces en estos 15 años y medio.
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No hay crímenes impunes si no hay un interés poderoso por detrás, más allá de la impericia de algunos sectores de la administración de Justicia. Y puede que esa impunidad haya acompañado a Nora desde meses antes de que la ahorcaran. Y lo siguió haciendo.
Tanto tiempo pasó que en el juicio por su muerte se discute sobre un episodio en un grupo de WhatsApp. Cuando la mataron faltaban como tres años para que se creara esta aplicación de mensajería y varios más para que se popularizara su uso.