La cuarta administración K cerró esta semana con bajo perfil su enésima cruzada contra el campo. La ofensiva esta vez fue relativamente breve. Y terminó con una claudicación silenciosa del Gobierno nacional, que liberó las exportaciones de maíz sin admitir el sinsentido de las restricciones, primero totales y luego parciales, que había impuesto.
En el proceso, la Argentina dio nuevas señales de la irracionalidad económica que envuelve a amplios sectores de la coalición gobernante. La exhibición más explícita de este tipo de pensamiento, por llamarlo de alguna manera, la dio la diputada ultra K Fernanda Vallejos, quien afirmó que para nuestro país era una "maldición" exportar alimentos. Es como si Japón se quejara de tener una industria automotriz competitiva. O Estados Unidos lamentara el éxito de sus empresas tecnológicas. O que Arabia Saudita renegara de ser una potencia petrolera.
El disparate hace juego con recientes declaraciones del Presidente sobre el precio de la carne. Unos días antes, Alberto Fernández había dado a entender que en la Argentina valía lo mismo que en Alemania, cuando la diferencia, aún con los aumentos de fines del año pasado, es enorme. Aquí pagamos hoy, en promedio, menos de la mitad que en ese país europeo.
Vivir con lo nuestro
El aislacionismo económico que insinúa como ideal el kirchnerismo, una versión light de las tiranías que oprimen a Cuba y Venezuela, sólo es posible si se desprecian los datos que nos proporciona la realidad.
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En ese sentido, el nuevo boom internacional de los precios de los productos de origen agropecuario es una excelente noticia para las perspectivas económicas de nuestro país. Sólo haría falta que el Gobierno desarrolle instrumentos adecuados para fomentar esa renta, de la que es socio mayoritario a través de una amplia gama de impuestos. Y que no intente apropiársela por completo, como hizo en el pasado y como amaga de a ratos ahora.
En ese afán corre el riesgo de desincentivar la inversión de quienes realmente pueden aprovechar las ventajas que se presentan para la Argentina en este nuevo escenario. Y así, acelerar el imparable proceso de empobrecimiento que atraviesa nuestro país desde hace décadas.