Como un “Trump con cerebro” definió a Ron DeSantis la revista New Yorker. La descripción es acertada en lo que refiere a la radicalidad de su conservadurismo, similar al del magnate neoyorquino, de quién se diferencia por tener una personalidad menos caricaturesca, además de mayor contención de los desequilibrios psicológicos y las fobias deleznables.
En síntesis, el gobernador de Florida es ultraconservador, pero no es vulgar ni grotesco.
Probablemente, tampoco lanzaría turbas violentas contra el Capitolio para destruir un proceso electoral, ni aceptaría ayudas ilegales externas como la que aportó Vladimir Putin a Trump atacando con hackers la campaña electoral de Hillary Clinton.
Para el ex presidente, que Ron DeSantis haya lanzado su campaña por la candidatura republicana, en lugar de haberlo apoyado como candidato único, como si esa postulación le correspondiera naturalmente, prueba que el gobernador de 44 años es “un hombre desleal”.
¿Tiene alguna lógica la afirmación de Trump? La tendría si DeSantis lo hubiera desafiado en la anterior elección presidencial. Pero en las primarias para los comicios que Trump perdió contra Joe Biden, sólo fueron algunos republicanos marginales los que se apartaron de la tradición que se remonta a Washington y permite que un presidente aspire a la reelección sin que su segunda postulación consecutiva enfrente competidores en primarias.
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Esta no es la segunda candidatura del ex mandatario, sino la tercera. Su problema es haber perdido en las urnas contra Biden. Si quiere una tercera oportunidad, es lógico que otros republicanos entiendan que debe ganárselas en primarias compitiendo contra otros aspirantes a la postulación.
Eso hizo Ron DeSantis. Pero mostrando un instinto intolerante y corroborando un modelo de liderazgo personalista que linda con el autoritarismo, el empresario ultraconservador salió contra el gobernador de Florida con los tapones de punta, diciendo que “necesita un trasplante de personalidad”.
El ataque furibundo de Trump contra DeSantis por no acatar su orden de despejarle el camino a la candidatura republicana, parece un eco aumentado del ataque de Mauricio Macri a Horacio Rodríguez Larreta cuando, por una decisión del jefe de Gobierno porteño contraria a lo que él proponía, el ex presidente dijo que su ex jefe de Gabinete en la CABA le causó una “profunda desilusión”.
Rodríguez Larreta había aceptado con la misma cuestionable sumisión del resto en el PRO, el radicalismo y la Coalición Cívica, que Macri buscara su reelección inmediata a pesar de que la crisis económica que descalabró el último año y medio de gestión convertía al entonces presidente en la mayor chance de victoria para la oposición.
Aquella aceptación sumisa de la segunda candidatura de Macri, favoreció el triunfo de Cristina Kirchner con Alberto Fernández como cabeza de fórmula. Y eso vuelve más absurda la pretensión del ex presidente de liderar JxC y elegir al candidato.
Lo mismo vale para Ron DeSantis, cuyo espantoso acto de lealtad con Trump fue guardar silencio aquel 6 de enero, cuando se produjo el asalto al congreso que dejó cinco muertos.
El gobernador de Florida aún sigue siendo cómplice de la negación golpista del legítimo triunfo demócrata sobre Trump. Pero hace bien en desafiarlo en las primarias republicanas, aún con las encuestas situándolo muy por detrás del ex presidente.
También harían bien los demócratas que desafíen el deseo de Biden de ser reelegido en el 2024. Al actual jefe de la Casa Blanca lo avala la tradición que abre el camino para que los presidentes busquen un segundo mandato consecutivo, pero también hay razones para pensar que su candidatura no sería la más competitiva para el Partido Demócrata.
¿Se atreverá algún correligionario a sugerirle al actual presidente dar un paso al costado en la próxima elección?