Van seis los días en vilo desde que renunció el ministro Martín Guzmán. Este jueves las versiones fueron escandalosas, desde que un propio funcionario de Gobierno, de riñón albertista, saliera a decir que Alberto Fernández no tiene pensado renunciar. “Alberto no va a renunciar porque es un tipo que tiene valor”, afirmó Fernando el Chino Navarro.
Por esas versiones, volaron los dólares financieros –el contado con liqui- un mecanismo legal para sacar dólar al exterior. Que Alberto insinuaba con renunciar para que Cristina asumiera la gestión de la crisis, que Batakis era quien se iba, que Miguel Pesce lanzaba advertencias durísimas o que el propio Sergio Massa, ninguneado el fin de semana, era quien daba el portazo.
Sin embargo, la única medida que se dispuso fue que las compras realizadas en los free shops no se van a poder pagar en cuotas. Los comercios pegan cartelitos en la vidriera avisando que todo lo que venden tiene un recargo del 20% y a la mayoría de la industria sus proveedores no les quieren vender, ni siquiera con remito abierto.
La inflación de junio estará por arriba del 5% y los analistas calculan que la de julio superará holgadamente el 8%. La devaluación del peso se dio de hecho en la calle, al calor de una brecha que supera el 200%.
No hay más dólares en el Banco Central y la discreciona
El parate es absoluto porque todo el mundo intuye, reclama o sospecha que alguna medida debería anunciarse. Pero no. O sí, la medida es una circular del Banco Central que dispone, al igual que las compras en el exterior vía puerta a puerta o los pasajes y paquetes en el exterior, se tendrán que pagar de contado.
Ya no con cuotas, pero sí en una, a un dólar de 132 pesos, porque esas compras no tienen ningún impuesto ni recargo.
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La medida es apenas una muestra de que el Gobierno está en Narnia: absolutamente extraviado respecto de la situación en la que está hoy la economía y hacia dónde debería encaminarse.
El Congreso discute una nueva moratoria previsional, las agrupaciones sociales piden un salario universal para todo el mundo y el Instituto Patria se ufana de que las tarifas sigan subsidiadas para todo el mundo.
Nadie reacciona, nadie entiende la raíz del problema, nadie es capaz de hilvanar una solución que apunte a frenar la aceleración inflacionaria en la que está hoy la Argentina.