Estamos confundidos, golpeados, doloridos y en estado de shock.
Buscamos en nuestras mentes, hurgamos entre las palabras. Queremos encontrar las más justas, las más firmes, las que puedan explicar o justificar otra muerte horrible, absurda, violenta e innecesaria.
Pero es inútil. No las hallamos, no las tenemos, no las encontramos. No existen.
En ese espejo sangriento que refleja nuestra triste realidad, ahora nos abruma, nos desvela la imagen de la mamá policía y su hija Aldana de 11 años.
La miramos detenidamente una y otra vez y lo único que vemos es nuestro propio reflejo. Su sufrimiento es el nuestro. Nos da miedo. No sentimos cómo ella. Estamos huérfanos, estamos muy huérfanos.
Todos nos sentimos como Aldana. Ya nadie nos cuida, nadie nos protege. Entonces, cómo hacemos para explicarle a la niña lo que a nosotros mismos nos perturba.
Los malos ganaron otra batalla en las violentas calles cordobesas, donde reina el desorden y los malparidos entran y salen por injustas puertas giratorias.
¡Que horrible sensación! En la guerra interminable lanzada por los asesinos contra los inocentes, los ladrones y los dementes han ganado otra batalla, este jueves.
Se han llevado como trofeo a sus sucias guaridas, la vida de una inocente mamá policía.
Cobardes, no la enfrentaron. La atacaron por sorpresa.
Y ahora, cuando ya es tarde, demasiado tarde para reparar tanto daño, algunos toman el frío texto del protocolo. Ellos encuentran las palabras que nosotros como sociedad enferma no tenemos.
"Hoy no sólo está de luto la institución policial, lo está la sociedad cordobesa. La muerte de una servidora pública en un asalto nos conmueve y obliga a redoblar nuestro esfuerzo en la lucha contra la delincuencia", dice el comunicado del Gobierno.
¡Basta de palabras, basta de mensajes protocolares! Gabriela no regresará más a casa. En su moto, se llevó todos los sueños y en esa moto viajamos todos. Allí seguiremos, hasta que a un demente se le ocurra de un palazo bajarnos.
¡Qué dolor! Estamos cómo en la época de las cavernas. Nos matan a los palazos, con garrotes. La sangre derramada en la calle por Gabriela es la evidencia que a la guerra la siguen ganando los demonios.
"Redoblar nuestro esfuerzo", promete el frío e insuficiente texto oficial. ¡Hasta cuándo por Dios! ¡Háganlo de una vez por todas, si es que les importa la gente!