El fantasma del ’73 sobrevuela Israel. Por primera vez desde la Guerra del Yom Kippur, el país es atacado por aire y tierra, siendo tomado por sorpresa.
En 1973, los israelíes fueron sorprendidos no porque desconocieran las intenciones que tenían Egipto y Siria, sino porque tenía lógica calcular que el ataque no se llevaría a cabo hasta que los egipcios recibieran los armamentos que tenía que enviarles la Unión Soviética. En especial, los aviones Mig-23 que le había prometido Leonidas Brezniev a Anuar el Sadat.
Guiándose por los informes de inteligencia, el gobierno que presidía Golda Meir no esperaba un ataque sirio-egipcio antes de que Egipto recibiera los cazabombarderos soviéticos.
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En cambio, en este momento, es difícil explicar por qué los agentes del Shin Bet y de la inteligencia militar israelí no pudieron detectar ni el vasto plan en marcha ni el desplazamiento de miles de milicianos gazatíes hacia la frontera, cuando semejante movilización militar no podía tener otro objetivo que lanzar una incursión terrestre en gran escala.
Esta “blitzkrieg” (guerra relámpago) tomó por sorpresa al Estado judío y es precisamente eso, el “efecto sorpresa”, lo que le resulta tan “sorprendente” (hasta el límite de lo increíble) al mundo y a los propios israelíes.
Era de esperar que Irán usara su gravitación sobre Hamas para provocar algún sacudón que pudiera interrumpir el acercamiento que se está dando entre Israel y Arabia Saudita. Ambos eternos enemigos están avanzando hacia un acuerdo que modificaría radicalmente el tablero del Oriente Medio.
También era de esperar que Hamás inicie alguna escalada significativa, para sondear los efectos que está causando la ofensiva política del gobierno extremista que encabeza Netanyahu sobre el poder judicial, poniendo en peligro la democracia israelí y levantando una ola de críticas incluso en el sector militar.
Jamás se había hablado tanto en Israel sobre el riesgo de una guerra civil, como en este momento. Que Hamas sondee, mediante un ataque, si esta situación puede estar debilitando también la capacidad israelí de defenderse, está dentro de los cálculos que debe hacer la inteligencia israelí. Sin embargo, las alarmas sonaron recién cuando una lluvia de proyectiles llovía sobre ciudades israelíes desde Gaza, desde donde también llegaban en camionetas, parapentes y lanchas enjambres de milicianos que disparaban a mansalva sobre blancos civiles y capturaban también a civiles, incluidos ancianos, mujeres y niños, para llevarlos como rehenes a la Franja de Gaza.
Las decenas de civiles israelíes muertos en un puñado de horas constituyen un golpe durísimo para Israel, pero lo más grave en términos políticos, tácticos y estratégicos es la toma de varias decenas de rehenes por parte de los yihadistas que incursionaron en territorio israelí, atacando aldeas y ciudades cercanas a la franja, como Sderot y Ashkelón.
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Esos rehenes serán un escudo poderoso en manos de Hamas. Basta recordar lo caro que vendieron la liberación del soldado Schalit.
En junio del 2006, en un ataque sorpresivo de las Brigadas Ezzedim al Kassem, fue secuestrado el cabo Gilad Schalit, quien fue liberado recién cinco años más tarde, cuando finalmente el gobierno israelí aceptó pagar como rescate con la liberando a un millar de yihadistas que estaban presos en Israel por acciones terroristas.
En un puñado de horas, los milicianos gazatíes lograron capturar al menos medio centenar de rehenes, cuya liberación Hamás venderá a un precio seguramente mayor al que pidió por Gilad Schalit.
Es posible que la situación creada por este ataque de dimensión inédita, el primero equiparable a la doble invasión de Egipto y Siria en 1973, genere una respuesta israelí que supere ampliamente a las anteriores escaladas limitadas a intercambios de misiles.
No se puede descartar una operación terrestre del ejército israelí sobre Gaza, que podría derivar en una reocupación de ese territorio, del cual Israel se había retirado en el 2005 levantando 21 asentamientos de colonos judíos, por decisión del entonces primer ministro: Ariel Sharon.
También es probable que Hamas tenga evaluada la posibilidad de una incursión israelí sobre Gaza y haya organizado una gigantesca emboscada que convierta esa ciudad en una nueva Faluya, la ciudad de la región iraquí de Ambar donde, en el 2004, los marines norteamericanos quedaron atrapados en la peor batalla de esa guerra.
Que Irán pueda estar detrás del ataque de Hamás, implica que no se puede descartar que otro agente del poder iraní, la organización político-militar Hezbolá, lance desde el sur del Líbano un ataque masivo sobre las aldeas, ciudades y kibutzin de la Alta Galilea.
Con un frente de guerra en el sur y otro en el norte, a Israel se le complicaría el panorama. Pero una respuesta contundente del ejército judío podría implicar la reocupación de la franja del sur del Líbano que había ocupado tras la operación Paz en Galilea, que implicó la incursión del ejército israelí hasta Beirut para sacar de la capital libanesa a la cúpula de la OLP, que tuvo que radicarse en Túnez.
De momento, lo que crece desde el Oriente Medio son inquietantes preguntas. ¿Por qué la eficaz inteligencia militar israelí no detectó semejante operación militar? Esa pregunta moviliza sospechas ineludibles: ante la división interna que lacera a Israel y produce fracturas incluso entre el gobierno y el sector militar, tiene lógica sospechar al menos que el gobierno de Netanyahu, como hacen todos los liderazgos de perfil autoritario, ha buscado o al menos permitido que se genera una situación de agresión externa que obliga a la sociedad a cerrar filas. De ese modo se aplacaría, al menos momentáneamente, las gigantescas movilizaciones de protesta contra la ofensiva del gobierno fundamentalista que encabeza Netanyahu contra la independencia del poder judicial.
Otra pregunta inquietante es si proseguirá la marcha-saudita-israelí hacia un acuerdo que amplíe los Pactos de Abraham, generando una alianza militar de hecho entre el estado judío y el mayor de los reinos y estados árabes de la Península Arábiga, o logrará perturbar este acercamiento histórico guiado por el gobierno norteamericano para aislar a Irán en la región.