El tema que estalló en la portada de los diarios, desapareció de los medios en un santiamén. Pero la discreción que la prensa asumió no hizo que desapareciera el conocimiento público de una revelación que daña la imagen de la corona española: la reina Leticia le habría sido infiel al rey Felipe VI.
Para colmo, la relación secreta habría sido con Jaime de Burgo, ex marido de Telma Ortiz, la hermana de la reina consorte. La versión fue difundida por el propio protagonista de esta versión escandalosa. Jaime de Burgo difundió en sus redes una foto (selfie) de Leticia en el baño, con un mensaje para él.
En rigor, lo único que puede darse por cierto es que el ex cuñado de la reina es un personaje deleznable que, por alguna oscura razón, echó a correr una historia con pocos elementos para probar su veracidad.
Cierta o no, la pregunta es por qué Jaime de Burgo cometió esa traición a su supuesta ex amante. ¿Dolido por alguna razón? ¿o por dinero que alguien ofreció para que hiciera correr ese rumor?
Federico Jiménez Losanto, un periodista con fuentes importantes en las cercanías del rey emérito, aseguró que el escándalo que sacude a la monarquía española fue precisamente una jugada de Juan Carlos de Borbón con el objetivo de dañar a la reina Leticia, a quien jamás quiso y siempre consideró “el enemigo interno de la familia real”.
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Según quienes aseguran que el rumor salió del entorno del rey emérito, el ex monarca tendría un objetivo más oscuro aún: dañar la imagen de su hijo, el actual rey Felipe VI. ¿La razón de algo tan abyecto? Está dolido porque el ahora rey de España lo forzó a salir del país y radicarse en Emiratos Árabes Unidos, además de marginarlo de eventos institucionales de gran relevancia para la corona, como la jura de la Constitución.
En ese acto, realizado el 31 de octubre en el Parlamento, la princesa Leonor se consagró “heredera de pleno derecho al trono” que ocupa su padre, Felipe VI, y antes su abuelo Juan Carlos.
Si todo lo que se dice es cierto, Leticia ingresaría al capítulo de las esposas infieles de reyes europeos. En esa lista está la zarina del siglo 18 que tuvo muchos amantes a espaldas de su esposo, Pedro III, antes de derrocarlo con un golpe palaciego y convertirse en la emperatriz Catalina II, la Grande. En el siglo 19 trascendieron las infidelidades de María de Rumania al rey Fernando.
Leticia figuraría también con otros casos resonantes, como el de la adúltera Mariana de Países Bajos al rey Alberto de Prusia, su primo hermano y consorte en un matrimonio fallido. La lista es larguísima e incluye casos recientes, como la confesión que Paola de Bélgica hizo en una entrevista televisada sobre sus infidelidades al rey Alberto II.
Los casos que van desde la primer mitad del siglo 20 hacia atrás escandalizaban menos, porque se trataba de matrimonios acordados entre casas reales o entre estados y por razones políticas, geopolíticas o económicas.
Pero desde que la racionalidad avanzó sobre esa institución anacrónica y sin sustento lógico, haciendo que el amor deba ser la razón principal del vínculo, lo que abrió a la puerta de las casas reales a plebeyos y plebeyas, las infidelidades impactaron negativamente en la imagen de las realezas.
En este caso, deslegitimaría la posición de Leticia Ortiz y debilitaría la imagen de Felipe VI. El impacto sería más demoledor aún sobre la institución real, jaqueada por el republicanismo independentista que crece en el mapa español.
La razón por la que impactaría en toda la casa real es que haya sido el propio Juan Carlos de Borbón quien lanzara esta bomba, quizá sobornando a Jaime de Burgo, o bien para que revelara una verdad y bien para que dijera una mentira.
Si ese fuese el caso, el rey emérito habrá agregado una mancha más entre las tantas que enlodaron la vigorosa imagen que tuvo el comienzo de su reinado. A pesar de haber sido impuesto por el dictador Francisco Franco, Juan Carlos de Borbón se legitimó en el trono abriendo paso a la democracia en España.
Aquella legitimidad quedó destruida por una vejez patética, en la que se revelaron cobros millonarios por negocios internacionales, una fortuna secreta que implica enriquecimiento ilícito, la foto junto a un elefante muerto en un safari realizado en África a espaldas del pueblo español y, finalmente, las denuncias de acoso de una ex amante.
Para los españoles, que Felipe VI obligara a su padre a un exilio forzado, es comprensible y para nada condenable. Pero si se probara la infidelidad de Leticia y la participación del rey emérito en la escandalosa revelación pública, será una mancha más y una fortaleza menos para una institución a la que cada vez le cuesta más justificar su existencia.