También tenía una esquina predilecta en la que siempre compraba lapiceras, cubanitos o turrones. Los compraba porque el chico que los vendía también le resultaba simpático.
En realidad dijo que le daba ternura. Resulta que esta vez Pepe llevaba puesta una camiseta de entrenamiento del Barcelona. La compró el año pasado en la mismísima tienda del Nou Camp. Para él, supremo amante de Messi, esa camiseta que había comprado de oferta ya era una reliquia. Y el chico de la esquina se la pidió. “¿No me la regala?”, le dijo. Pepe le contestó de manera automática: “Esta no, mañana paso y te traigo otra que es igual de linda”.
+ MIRÁ MÁS: El muchacho de la esquina
Le pregunté cuál era el problema. No resultaba lógico suponer que el chico fuera a ponerse mal porque en vez de esa camiseta le regalara otra. Pero Pepe me paró en seco. Ya había estado reflexionando sobre el asunto.
“Le voy a dar la del Barcelona”, me dijo, esperando mi pregunta obvia: por qué. “Porque la generosidad no es regalar lo que a uno le sobra, la camiseta que le iba a regalar en reemplazo es linda pero tengo dos. Eso no es desprendimiento. Es beneficencia”.
Fue ahí cuando quise interrumpir para meter un bocadillo pero Pepe estaba embalado. “No hay nada digno de elogio en donar, regalar lo que uno no usa, es lo mismo que llamar a un chico de la calle para que coma las sobras que dejás en el restaurante. Una verdadera acción honorable, humana, sería invitarlo a comer. Al lado tuyo, codo con codo, y mirarlo a los ojos cuando mastica. Atento, esto no se me hubiera ocurrido si no te escuchaba contar lo del nombre del muchacho de la esquina. Adoro la camiseta del Barcelona, no hay una vez que no la use cuando voy a jugar al fútbol. Me va a doler un montón no tenerla, pero por fin voy a tener un gesto de verdadera generosidad. Dar lo que te cuesta, no lo que te sobra. Y estoy seguro de que eso me va a hacer feliz”.
Esta columna fue publicada en el programa Córdoba al Cuadrado de Radio Suquía – FM 96.5 – Córdoba – Argentina.