Un cierre de listas nunca es inocuo. Deja favorecidos y perjudicados. Contentos y amargados, como dice Cambalache.
Pero la oposición cordobesa se volvió a superar a sí misma y exhibe por estas horas un papelón mayúsculo con la lista que acaba de presentar para disputar las elecciones provinciales del 25 de junio.
La era peronista de un cuarto de siglo de gestión provincial está sustentada en diversas cuestiones pero hay una clave: el debilitamiento, fragmentación, anemia de una oposición, que por incidencias ajenas y acciones propias siempre se las arregla para ser funcional al partido gobernante.
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Cuando todo parecía indicar que después de cuatro turnos electorales provinciales, la coalición opositora, hoy denominada Juntos por el Cambio, iba a presentar una propuesta competitiva y unificada decidió empezar la campaña con una severa muestra de debilidad.
Es que Luis Juez, el candidato a gobernador, decidió apostar a la rosca chica de la negociación partidaria y quedar bien con el caudillo radical Mario Negri, después de que Rodrigo De Loredo amagó con armar una fórmula y terminó anunciando que será candidato a intendente capitalino.
Negri impuso a su escudero Marcos Carasso, quien no tuvo mejor idea que aprovechar un artículo de la ley electoral creado para las agrupaciones menores y sin chances de competir en serio por el poder y anotarse tanto como vice de Juez como primer legislador.
Más muestra de debilidad y de presentarse ante la sociedad de arranque como sin posibilidades de ganar no se conseguía.
Más demostración de que sólo importa el cargo no había. El radical negrista Carasso vino a anunciarles en la medianoche del sábado que la broma que le hacen de que su coalición se llama “Juntos por el Cargo” parece no ser una simple chicana de la política partidaria.
El arrepentimiento del actual titular del radicalismo en el mediodía del domingo, y con el escándalo ya instalado más las deserciones de varios dirigentes importantes de Juntos por el Cambio, mitiga muy parcialmente el escándalo. Escándalo interno por la doble candidatura del vice de Juez.
El vice de Juez está anunciando a los cuatro vientos que se ve perdedor.
Por cierto, falta la campaña y casi dos meses para las elecciones. Los resultados electorales son como los pollitos, según decimos la gente de campo: no se pueden contar hasta que nacen.
Nadie gana una elección hasta que se cuenta el último voto. Eso es una verdad sagrada.
Sin embargo, el oficialista Martín Llaryora tuvo un cierre más prolijo, aunque haya dejado secuelas y ruidos internos.
Detrás de la enésima crisis del Juntos por el Cambio cordobés asoman los hilos de titiriteros nacionales pensando en acuerdos que exceden la provincia de Córdoba.
No es causal que Juan Schiaretti repita que quiere ir por una alianza como la que presenta en Córdoba con peronistas, macristas y radicales.
¿Está avisando Schiaretti que no es descabellado pensar en ser compañero de fórmula de Horacio Rodríguez Larreta? Explícitamente, no lo dirá hasta que cierren las listas nacionales –que es justo el día previo a la elección provincial– pero no suena descabellado.
Para Córdoba, tendría como efecto esa idea de partido único de larga permanencia en el poder. Todos serían más o menos lo mismo. Pero con cargo.