Tu cultura puede ser admirada. Tu país puede despertar pasiones. Lo nacional puede ser mirado como mágico. Canciones y novelas que también hablan de nosotros.
El lenguaje puede cambiar de formas pero no de sentidos. Una mirada puede conectar (y conecta) esencias.
Un video en las redes llega hasta el otro lado del mundo y tu trabajo es stalkeado por una rusa que busca conocer más a Argentina. La buena energía no conoce fronteras.
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Hay sensibilidades universales y las personas somos mucho más que un país o una hinchada de fútbol.
Así conocí a Viktoria, una rusa de 25 años. Ella, me cuenta, de niña soñó el nombre Argentina dos veces y se interesó por nuestra cultura. Hoy cantamos. Bailamos. Nos conocimos, charlamos y lo televisamos.
Una nueva nota que afianza mis convicciones: hay que viajar más.
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