Es uno de los grandes escándalos del verano. Y un caso que ilustra sobre la cada vez más extendida pulsión "comentarista" que se impone aún antes de saber los datos básicos del hecho sobre el cual se quiere opinar.
El animal lanzado desde el helicóptero en Punta del Este es mucho más que una broma de pésimo gusto y de una imprudencia brutal. Es también una pintura de estos tiempos de rigor menguante.
Que era un chancho. U otro animal. Que estaba vivo. Que le faltaba la cabeza. Que la mercadería se echó a perder. Que el asado salió fantástico.
La cantidad de versiones encontradas y datos imprecisos que circularon en redes, pero también en medios tradicionales, puede dar gracia. Era una ocasión ideal para repudiar el derroche y la ostentación de ciertos millonarios. O la excusa perfecta para denunciar el maltrato animal. O, por qué no, una situación que permitía trazar un paralelismo con... la última dictadura militar. Una modelo dijo que la escena le recordaba los llamados "vuelos de la muerte".
Saber con mínima precisión qué había pasado, no era necesario.
El video del helicóptero lanzando un animal a una pileta tenía todos los ingredientes para volverse viral. Disparador de múltiples debates. Aún así no está de más proponer que antes de hacer afirmaciones tajantes, se tengan en claro los datos básicos de la situación a comentar.
Mientras se define cómo fue la situación, comparto algunas dudas que quedan sobrevolando a partir de este caso: ¿Es legal hacer algo así? La fiscal uruguaya a cargo del caso dio a entender que no existiría tipificado un delito.
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¿Qué hubiera pasado si el animal no caía en la pileta? ¿Cuán difícil resulta para un piloto ejecutar esa maniobra?
Y, además: ¿Es tan fabulosa la ropa que de las marcas de Álvarez Castillo? ¿No sería preferible que Felipe Solá, ahora que es canciller, sea más selectivo a la hora de twittear?