Esta escuela es una escuela especial, para padres y para chicos. Los docentes son los médicos y enfermeras, y por más duro y difícil que sea, todos se reciben.
Nunca imaginé que me podía tocar, y me tocó. Mi beba nació con 31 semanas y tan solo 1.3 kg de peso. No fue ella sola la que no estaba preparada para llegar a este mundo, nosotros la esperábamos con ansias, pero dos meses después.
Como papá, el momento más duro es el nacimiento. "La cesárea salió bien" me dijo el doctor, pero yo no podía ver ni a mi hija ni a mi esposa. Fueron las dos horas más largas de mi vida. Mi cabeza trataba de ordenar las cosas que pasaban, pasaron e iban a pasar, pero es algo que nunca pude hacer. Una doctora me dijo "está bien, es preciosa" y me abrió la puerta para ingresar a la UTI (la terapia intensiva infantil del Hospital Privado).
Un largo pasillo me esperaba, avanzando a un mundo desconocido, cada paso que hacía era un kilómetro, cada centímetro que avanzaba me daba vuelta el planeta, mi planeta, mi mundo estaba completamente al revés.
Me explicaron los procedimientos de limpieza, higiene y seguridad (usar batas, barbijos, lavado de manos y demás) y me llevaron frente a su incubadora. Mientras la doctora me decía el estado general de mi nena, yo no podía asimilar las palabras, "la gordita está muy bien" con la imagen de una niña pequeña, indefensa, dentro de una incubadora dependiente de muchos aparatitos y vips que sonaban por cualquier lugar. A los pocos minutos de estar con ella, una emergencia con un vecino de incubadora, hizo que me tuviera que retirar.
Horas más tarde, con mi señora bien en su habitación, volví a verla. Fue la primera vez que pude tocarle su pequeña manito. Mi dedo menor era del tamaño de su mano entera. Me apretó tan fuerte que en ese momento supe que la cosa no iba a ser fácil, pero que la íbamos a pelear como pudiéramos.
Ya con mi señora recuperada, empezamos a visitarla en cada turno de leche. Cada tres horas o un poco menos si se podía. Fueron 48 largos días en los que fuimos aprendiendo lo que estábamos cursando. Era una materia difícil y que nunca pensamos cursar, se llama "la vida".
Con caídas y levantadas, nosotros alentábamos, rezábamos y acompañábamos lo más que se podía. Cada día que uno llegaba, buscaba en los ojos de los médicos y enfermeros, esa mirada que te diga "está bien, vamos bien, paciencia". Con el correr de los días, pasamos de darle un centímetro cúbico de leche por una sonda hasta llegar a los gloriosos 60 cm3 en mamadera.
El equipo humano que rodea la neo, es tan importante para la familia como los padres para el niño. Los médicos y enfermeros son tus principales bastones para salir adelante en ese momento.
Las vivencias de cada familia dentro de la neo son muy particulares, son todas muy distintas, y depende de como termine todo para que esta sea buena o mala.
Muchas veces que uno quiere bajar los brazos, pero si ella/ellos pelean... ¿por qué no lo vamos a hacer nosotros?. En esta escuela no todos llegan al egreso. Algunos se convierten en angelitos que cuidan a sus compañeros y le dan fuerza para poder llegar a ese bello momento.
Cuando estos pequeños luchadores están estables y bien, empieza otra carrera, una carrera como si fuera "Cuestión de peso" pero al revés. Llegar a los dos kilos para tener el alta, pasa a ser el único objetivo. La pregunta reiterada de cada mañana ¿cómo pasó la noche? se transformó en ¿lo pesaron? ¿cuánto subió?.
La alegría de poder egresar es tan grande, que hace casi que uno se olvide de las cosas vividas. El primer encuentro con los tíos, abuelos y amigos hacen que este egreso se festeje en cada momento y la emoción de poder pasar por fin, tu primera noche, todos juntos en casa no te deja dormir.
Esta semana es la semana del prematuro, y solo quería dejar eso, un poco de mi vivencia, para que si te toca sepas. No es fácil, pero se puede. Y si bien son pequeños, pequeños en serio, te van a demostrar que son unos gladiadores desde el primer momento que tienen la suerte de abrir sus ojitos.