Un día escuché en una nota a la periodista Flavia Irós decir que: "no es fácil saber que tenes un embarazo con complicaciones". Esa misma semana nos enteramos que nuestro segundo hijo, Ciro, venía tan apurado como Olivia, la primera.
Con 7 meses y medio decidió llegar al mundo. Otra vez, un bebe prematuro entre nosotros. Ciro nació con 2.3 kg y nos llenó de alegría saber y ver que estaba bien de peso, un problema recurrente y preocupante.
Esta vez pude acompañarlo ni bien nació mientras lo llevaban a la incubadora en el ascensor. Fue solo un piso, pero viendo su carita parecieron 10. Con los ojos entreabiertos, que decían "estaba mejor con mamá, tengo frío".
La espera para verlo, después que le pusieran todos los aparatos que le hacían falta, volvió a quebrarme, pero en mi cabeza algo me daba mayor tranquilidad. Saber que su peso era bueno, me ilusionó con salir pronto de la Neonatología.
El mismo hospital, la misma sala, los mismos médicos y enfermeras, hicieron que el trance de ver a tu hijo internado sea más confortable. Otra vez la rutina del lavado de manos, alimentación por sonda, la jeringa con leche materna y el tachar los día como preso a punto de salir, hicieron que la historia se repita.
Creo que lo más difícil fue hacer el equilibrio con la hermana mayor, que lo esperaba con ansias. Muchas veces ella con casi 3 años me demostró estar más preparada que yo para sobrellevar la situación.
La evolución venía lenta pero avanzaba, los días pasaban y yo volví a mi tarea diaria, trabajo, hospital y casa con Olivia. ¡Las abuelas y tíos se pasaron! ayudando a que la niña estuviera más contenida.
La Neo en esta ocasión había estado tranquila. Más milagros que problemas hicieron que todos dentro nos llenáramos de esperanza. Los angelitos que la habitan tuvieron mucho trabajo con algunos bebes vecinos, pero los sacaron adelante.
Cuando se acercaba el momento de alta, empezaron los problemas. El día más duro fue cuando nos íbamos a buscar a Ciro, seguros de que todo iba bien y que nos podíamos ir. Lo recuerdo como si fuera ayer. El largo pasillo de ingreso se hizo interminable, algo no andaba bien. Al llegar el médico me dice, "anoche tuvo una apnea y esta mañana, antes que lleguen tuvo otra". Mi corazón dejó de latir, trataba de digerir lo que me dijo pero no pude.
Para los que no saben lo que son la apneas, el término médico dice que se ha detenido la respiración durante 15 o 20 segundos mientras duermen, para un padre que lo vive, es un siglo eterno en el que vez que tu bebe no respira y sentís un puñal en tu corazón mientras esperas que reaccione.
Como se le había retirado la cafeína de su medicación, para darle el alta, la falta de esta hizo que empezara con las apneas. El proceso para saber qué es lo que le estaba pasando fue largo, desgastante, tedioso y cansador. Volver ese día a casa fue durísimo. Explicarle a Olivia que Ciro se tenía que quedar unos días más fue peor. Nunca le dijimos cuando le daban el alta, pero el "pronto va estar en casa" se transformó en "está en el hospital para que este mejor".
Los días pasaron y no había avances. Los análisis no mostraban nada claro, y si la medicación (cafeína) funcionaba bien, con una semana de control tendríamos el alta. Esa semana se hizo eterna, su hermana mayor quería verlo, la ansiedad nos comía la cabeza y el cansancio después de un mes de Neonatología calaron profundo.
Por ahí uno se pregunta por que escribo esto, simplemente espero que con esta historia si te toca vivir la experiencia de la Neo, sepas que es duro, es lento y agotador, pero de "la escuelita del prematuro" se egresa.
Ciro y Olivia me mostraron lo fuerte que son, ya desde pequeños. Los dos vivieron sus primeros días de vida en una neonatología, los dos lucharon muchísimo para vivir y los dos nos dieron una lección de fuerza, esperanza y el mensaje de que nunca hay que bajar los brazos.
Cuando estos dos gladiadores de la vida se juntaron por primera vez, Olivia, mientras le daba besos y lo acariciaba, me miró y me dijo "no lo tenemos que llevar otra vez al hospital ¿no?"
La escuelita del prematuro, me llenó de lecciones. Uno aprende como puede, pero los que más aprenden son ellos, de entrada saben que sus días fueron duros y difíciles pero tienen toda una vida para disfrutar los que vienen.