Concentración argentina. Camisetas con la 10 de Messi en todas partes. Los fanáticos esperan horas afuera del hotel por un simple saludo o verlo pasar cinco segundos en el colectivo que lo lleva al entrenamiento.
Ya muchos saben que el capitán elige siempre el mismo asiento (casi al fondo y a la derecha), así que se perfilan de ese costado para verlo. Pero no son argentinos.
Al acercarse, uno se da cuenta que hablan portugués, que son brasileños y hacen lo que sea por ver a Lío. Niños, adultos y hasta ancianos que dicen nunca haber visto un jugador tan talentoso, a pesar de disfrutar las épocas de Pelé y Maradona.
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Aunque el rendimiento deportivo no es el mejor en esta Copa América, Messi se puso el traje de capitán. Hablando a la par del DT Scaloni, motivando en cada práctica a los "nuevos", más suelto y cercano con la prensa. Y, cuando la jugada lo requiere, hasta corriendo a los jugadores rivales para contagiar al equipo. Haber cantado el himno también habla de lo que siente y genera la Pulga por el país y la Albiceleste.
Cada vez que toca una pelota la gente se para, se emociona y espera alguna genialidad del astro.
Pero lo más inexplicable es ver a brasileños con camisetas celestes y blancas, alentando por la Selección, llorando por Messi y alabándolo en cada acercamiento a la tribuna al patear un tiro de esquina. Brasileños coreando "Sooooy argentino". Y, lo más loco de todo, cantando nuestro himno y emocionándose.
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Messi es un fenómeno que rompe cualquier frontera y rivalidad. Aunque la esperanza argentina de ganar la Copa America se llame Lionel Messi, él es un jugador del mundo.