En el cine, dirigir es el arte de tomar decisiones. Aunque parezca una obviedad ese concepto tal vez ayuda a entender que hay (o hubo) detrás del producto final, cuál fue esa génesis y por lo tanto las bases conceptuales, narrativas, artísticas hasta sociológicas o filosóficas de las cuales se nutrió el director.
La noche más larga, la película del cordobés Moroco Colman, lleva al cine el caso más resonante de la historia policial de Córdoba: el del violador serial Marcelo Sajen.
Colman decidió contar la primera parte de esta historia en código de género de terror: la narración inicial, las tomas, la música, la presentación de este personaje siniestro, todo va en esa dirección y va bien.
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Hasta que, a la mitad del camino elegido, aparece el giro inentendible de un formato documental, con voces y recortes periodísticos de archivo que nos sacan del escaso clima que había generado la película. Cuando apenas el viaje comienza a empezar, el motor que lo impulsa se queda sin nafta, se frena y termina chocando.
El momento del impacto mayor es tal vez cuando aparece la voz e imagen de José Manuel de la Sota, por entonces gobernador de la provincia, como el líder y superhéroe que no va a descansar hasta encontrar al atacante. Cuando la realidad indica que desde que asumió la Gobernación en 1999 hasta la muerte de Sajen en 2004 esta pesadilla sucedía a escasos metros de la entonces sede de gobierno, la Casa de las Tejas.
La noche más larga, además, traiciona a su propio protagonista. Cuando los eternos minutos de archivo muestran en medio de esta ficción el verdadero rostro de Marcelo Sajen, se rompe el pacto con el espectador y Sajen deja de ser la construcción de Daniel Aráoz.
Nunca más podremos ver al actor como el hombre que atacaba mujeres en el Parque Sarmiento. Y todo vuelve a foja cero. Volviendo al inicio de la película, el tímido viaje que estábamos viviendo incomoda.
Pero no es una incomodidad con la sutileza que el buen cine sabe generar.
Es una incomodidad trazo grueso. Una incomodidad dada por los explícitos e innecesarios primeros planos de cuerpos de mujeres recreando un momento que parece estar filmado por un voyerista que se regodea de su propia lente. Ana, la joven que comienza contando la historia, la que escribió en 2004 el e-mail que activó a la sociedad a movilizarse y a las instituciones a investigar, es la gran oportunidad perdida de esta toma de decisiones fallidas.
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Ahí había un perfil rico para indagar, sumergirse y desarrollar. La Ana que escribió ese mensaje seguramente hubiera podido aportar diálogos, reflexiones y dilemas profundos.
Y para cerrar el desatino de decisiones errantes: el tono del final de la película, como la conexión de las víctimas con el movimiento "Ni una menos" está justamente ausente en la mirada de la primera parte de la película.
¿Qué le aporta La noche más larga al cine? Apenas un buen uso del sonido, alguna que otra toma nocturna bien lograda y momentos actorales para valorar. ¿Qué le aporta al tema de la violencia de género esta película? Lo mismo que las instituciones como la justicia o la policía han aportado durante tantos años: revictimización y falta de empatía.