En casa, la naranja se pasea de la sala al comedor a todo volumen. La voz de María Elena nos canta las historias de siempre mientras Facu toma la teta.
Yo lo miro y pienso que han pasado tres meses y que ya no cabe en el hueco de mis brazos. Miro sus muñecas gorditas, mientras me agarra el dedo con su mano cada vez que estamos así, con la teta.
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Y pienso que esto, que al principio dolía muchísimo, hoy es nuestro momento de conexión más preciado. El momento en el que seguimos siendo uno, mamá y bebé.
El mundo de la teta es un mundo complejo. Escuché tantas historias y puntos de vista al respecto que vale la pena comentarlo.
Hay historias de mamás que son un mar de leche y hasta han dejado un stock de litros y litros en el freezer de la casa.
En la vereda del frente, otras mujeres que lo han intentado todo y no han podido darle a sus hijos más que unas gotas. Saca leche y hasta pastillas para estimular la lactancia. Y nada.
Otras mamás, por elección propia cortaron la lactancia a los pocos meses de nacidos sus bebés porque se sentían agobiadas con ese rol de la maternidad. Y otras, como yo, elegimos de vez en cuando combinar la lactancia materna con una mamadera de fórmula, sin exigir esa exclusividad de estar 24/ 7 para amamantar. En fin, la teta es un mundo.
Tanto así que hay libros escritos al respecto sobre sus beneficios, formas de extraerla y conservarla. Una lectura recomendada podría ser el libro “Yo doy la teta” de la puericultora Paola De los Santos, que aborda en detalle los mitos y verdades de este “oro líquido”.
La mirada
Por otro lado, la psicopedagoga Liliana González escribió en uno de sus libros acerca del vínculo que generamos con los hijos también cuando amamantamos. Es sumamente interesante la relación que hay entre la vida moderna y las tecnologías con la lactancia materna. Ella plantea en “Volver a mirarnos” que hoy, muchas mamás miran el celular mientras dan la teta, en lugar de intercambiar la mirada con los pequeños lactantes.
Lo que no debe faltar en ese encuentro justamente es la mirada amorosa, donde se ancla el amor: “Ya que el recién nacido no cuenta con un universo simbólico- lingüístico para entender el te amo en palabras. La mirada en cambio, no admite simulacros ni hipocresías” afirma en un texto interesantísimo.
Lo cierto es que en muchas madrugadas me he planteado yo también abandonar el barco de la lactancia materna. A veces el cansancio nos lleva a decir “no doy más, hasta acá llegué”. Pero después de unos minutos de ver su carita feliz alimentándose, entendemos que el esfuerzo vale la pena. Allí se produce un intercambio de miradas tan poderosas, que las mujeres sacamos fuerzas de no sé dónde! Y seguimos, poniendo el cuerpo y el corazón por nuestros hijos.
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En pocos días la vuelta al trabajo afectará también este mundo de la teta. Habrá que organizarse para tratar de mantener la lactancia sin estresarse, como plantea Paola De los Santos.
Tal vez ese sea nuestro gran momento después de un largo día de trabajo, o tal vez se vaya cortando.
Lo importante es intentarlo sin presionarnos de más. Se hace lo que se puede, queridas mamás. Seguimos criando en cuarentena, aprendiendo todos los días. ¡Hasta la próxima!