Dice la ciencia que el estrés es una reacción que el cerebro le ordena al cuerpo cuando debe enfrentar situaciones de peligro. Pero si esa situación se mantiene a lo largo de mucho tiempo, puede desencadenar serias consecuencias mentales.
Un aspecto todavía no suficientemente explorado es el del saldo tremendo que tendrá desde lo psíquico la pandemia en los sectores que la enfrentan día a día en plena trinchera.
Deberemos tener en cuenta que no solo los pacientes son castigados por la enfermedad. Profesionales de la salud, sobre todo, pero también algunas otras profesiones seguramente son o serán víctimas de lo que está pasando.
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Con riesgo de contagio, mirando a la muerte de cerca y sufriendo a veces el estigma, ese insólito castigo por parte de vecinos o desconocidos que agreden a los que se juegan la vida.
Marcelo Cetkovich-Bakmas, director médico y del área de psiquiatría del Instituto de Neurología Cognitiva Ineco de Buenos Aires, señala que sin duda habrá una gran cantidad de afectados entre el personal sanitario, (no solo médicos o enfermeros: también camilleros, ambulancieros, kinesiólogos, administrativos, radiólogos, etcétera) como en el grupo de cronistas que cubren en primera línea lo que ocurre con el virus.
Explicó que estudios realizados en China con médicos que trabajaron con el coronavirus mostraron que el 50 por ciento mostró síntomas de depresión, 44 por ciento de ansiedad y 36 por ciento de insomnio, entre otros problemas derivados del trabajo agotador y prolongado con los infectados y sus familias.
A esto deberemos sumarle, en nuestro país, las efectos dramáticos que tendrá la cuarentena desde lo económico y social.
Ayudar
Según el profesional, que brindó una capacitación virtual a través de Fopea, los medios de comunicación debemos ayudar al público, evitando la saturación con números trágicos que no ayudan en este contexto, promoviendo buenas conductas de alimentación y actividad física durante este período de encierro y destacando que apegarse a las normas redunda en un beneficio para todos.
El Estado en sus distintos niveles y las empresas vinculadas deben facilitarle a los trabajadores las condiciones físicas (descanso, comida, etc.) y logísticas (barbijos, material de protección, medicamentos, etc.) necesarios para afrontar la tarea con el menor desgaste posible.
Y principalmente órdenes claras y protocolos, esos planes de acción sobre qué hacer y qué no hacer, en forma individual y grupal.
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Además, prepararse para atender a las personas que, pese a todo, sufran de estrés postraumático , un mal que a veces genera desregulación emocional, desapego o depresión, pero que afortunadamente puede tratarse con éxito para limitar su impacto.
Por eso es clave que desarrollemos la resiliencia, una capacidad que tenemos los humanos para recuperarnos después de atravesar instantes o etapas negativas.
Los argentinos ya sabemos de este proceso tras habernos recuperado de la crisis del 2001. Probablemente tengamos que sacar elementos positivos de esa experiencia vivida y superada cuando debamos ponernos a prueba en el momento en que el maremoto haya pasado, y queden las consecuencias del desastre.